Mayer Candelo

El recuerdo del último 10

De antemano, les ofrezco excusas por esto que voy a escribir y les voy a confesar, perdón si soy tribunero, que debo secarme las lágrimas en cada línea que escribiré en adelante. Lo que pasa es que teclear y tener coherencia cuando escribo Mayer Candelo me produce tanta dificultad como nostalgia.

También les confieso que colecciono camisetas de Millonarios. No las tengo todas pero sí tengo cuatro con el número 10. Me encantaría tener la número 4, sin patrocinio de ropa pero que tenía la marca LG: ha sido imposible un trueque con mi amigo Miguel Ángel. Esas cuatro camisetas las guardo como especial tesoro: aunque Mayer no me haya regalado ninguna, si sé que las utilizó en algún partido. Como bonus de mis recuerdos, mis vacaciones eran en Palmira (Valle): en la cancha del barrio Zamorano, él y sus amigos se reunían a jugar el picado del 31 de diciembre. Aquellos diciembres que nunca volverán…

La última vez que él, eterno capitán, pisó El Campín, lo esperé a la salida del estadio detrás de una valla sobre la Carrera 30. Entre policías y caballos me escurrí para tener un lugar privilegiado. Mi señora, Andrea, y mi otro amigo Luis Carlos, dieron cuenta que cada vez que lo veo, soy como un niño que espera con ansias un regalo. Llevé un marcador imborrable para que él me estampara una camiseta con su número sempiterno. Salió, “¡MAYER, MAYER!” gritaban todos, y yo esperando. Le pedí un abrazo y me lo dio además de firmar el número de mi camiseta. Dice Martín Caparrós que “el fútbol es mi salvajería feliz” pero en esos momentos la pelota se olvida para darle paso al respeto, ese que dejó con su zurda mágica. No somos nada salvajes ante el ídolo, sino mansos corderos.

A él lo quieren o lo odian. No tiene parangón. Confieso que me dolió mucho ese día frente a Centauros porque todo el mundo dice que estaba en el estadio y todos vieron cómo tiraba la camiseta. Era mucho más joven que los 42 calendarios completos que hoy festeja. La juventud nos hace cometer estupideces y sin decir que fuera majadero, eso pasó. Se fue. Pero regresó.

Cuando volvió, colaboraba para otro medio partidario de Millonarios. Fui a Fontanar, ese recoveco de mágicos recuerdos tan pobres de dinero pero tan lindos de espíritu que todo hincha de mi edad recuerda con preferencial alegría. Fue presentado con Carachito, Toloza, Lewis y otros más, ahora no me acuerdo. Post presentación fue a entrenarse a las canchas de la finca y se llevó sendas puteadas de algunos hinchas que estaban ahí. Le valió lo mismo, con esa sobradez tan característica de quien tiene cómo lucirse. No los increpó: ni siquiera les puso cuidado.

Goles hubo muchos después de ese día. Contra Junior de tiro libre; contra Chicó en final de Copa en Bogotá, para acabar una sequía de mierda que teníamos. Otro frente al Deportivo Cali, el club de sus amores. Pero el que más recuerdo es aquel frente a Santa Fe y que a la postre fue su gol 100. Jamás mentiré sobre esto: es el gol que más he gritado en mi vida, por encima de aquel que hizo Otálvaro en Ibagué para llegar a la final, o el de Rojas frente a Santa Fe para la estrella 15. Perdón pero no puedo engañar: así será para mí.

Yo me quedo con Mayer y, aún con todos esos años de experiencia en el fútbol, quisiera tenerlo acá, cerca de la tribuna y en el campo de juego. No conozco un jugador, el Mayer que volvió, que haya sido tan cercano a las divisiones inferiores entregando zapatillas de fútbol para los más jóvenes. Quisiera al Mayer que hablaba con Lunari aun sabiendo que no seguiría como técnico de Millos. Si quiere dígale mercenario, vende-partidos, haga con su lenguaje lo que quiera, pero que le quede muy claro esto: para quien escribe Mayer Andrés Candelo, junto a Luis Delgado, son los jugadores más determinantes en los últimos 30 años de la historia de Millonarios. Para mi es un ejemplo de vida y fútbol. El de «corre la pelota, no las piernas». Última referencia: en un entrenamiento, Richard Páez repetía «¡los demás, corren: Mayer no, solamente piensa!»

Te extraño, viejo querido. Sé feliz: nosotros lo fuimos gracias a ti y ese grupo de jugadores. Sigue engalanando cada cancha con esa zurda mágica. ¡Vieja la cédula! Feliz cumpleaños, Mayer Andrés Candelo.

Un Kleenex, por favor.

Leandro J. Melo C.
Twitter: @lejameco