Millonarios Santa Fe 2019

El día después: todo puede malir sal

No estamos para chistes y lo digo por el título de la columna pero no sé cómo más explicar lo que nos pasa.

Sería miserable si no le regalo dos líneas a Santa Fe. Me acordé de esa canción en ritmo de salsa que reza “sácala a bailar / que ella no baila sola”. No me da grima escribirlo: nos pegaron una gozada tremenda. Repliegue, velocidad y precisión suiza: el reloj de Harold Rivera se mueve al compás de la rapidez modo crucero que ya había mencionado en el escrito pasado. Si no fuera por la torpeza de dos jugadores y por Faríñez, ahí, metido en cinco con cincuenta, el partido hubiera quedado 1-7. ¿Perdimos con el futuro campeón de la Liga?

En el medio, Millonarios. Quince minutos sometiendo los cardenales con presión, ayudados por la gritería embajadora en pie de guerra. El partido era emocional, trabado y se jugaba con más testosterona que ideas. #JuntosHastaElFinal significa que en esta, o morimos, o sobrevivimos. De los goles visitantes ya se ha dicho todo. Y de los embajadores, no tanto: el segundo fue la muestra de lo que no pudimos repetir con Ortiz desde que está más concentrado, por orden de otro, en labores defensivas. El primero es la prueba de la carencia de ideas.

De la algarabía pasamos a meternos directamente con los jugadores. Nadie se salvó y la mayoría cantó al unísono por su salida, la de todos. El tono subió gradualmente y así se terminó de cocinar el divorcio / relación tóxica que tenemos con nuestra novia / novio. Pero algo llamó poderosamente mi atención: no se escuchó un solo cántico enfilado hacia Jorge Luis Pinto de forma conglomerada. Si acaso insultos hacia él pero todos personales, ninguno global. ¿Tanto miedo le tenemos al señor, o solo es que nos encanta esa férrea disciplina para manifestar que alguien sí puede darle orden a Millonarios? Ese tema sería interesante para una tesis doctoral en psiquiatría.

Cuando salió Ortiz lo primero que hizo fue darle una soberana patada al metal del banco de suplentes. La rabia del ‘tico’ es la nuestra, hermanos y hermanas, porque todos sí gritamos “NOOOOOOO, NO LO SAQUE”: la frustración se acordó de nosotros y después del minuto 75, solo restaba esperar por el réquiem del moribundo.

Por último: si no tenemos líderes en la cancha, en el banco de suplentes, se espera el dueño de la finca sea quien imponga el orden. Fue sorpresa saber que Don Gustavo Serpa observó el partido desde el palco porque, que yo sepa, solo viene en los inicios del semestre. Mi percepción, al saberlo, fue “viene a echar a Pinto”. La realidad: Pinto, al ser consultado por su mentada frase “si no entro a los ocho, me voy”, ayer dio una mágica voltereta espetando frente al micrófono “esperemos que termine y le digo si me voy o no”. Santanderismo familar: una pequeña palmadita que viaja en jet privado.

Yo imploro que Millonarios no sea para Amber y Serpa, lo que para Germán Efromovich es su cultivo de piña: sabe que lo tiene, lo audita, pero no tiene idea sobre la producción de su fruta, su calidad y está ahí, al garete, sin saber si gana o pierde dinero. No los mueve el signo pesos: chao 700.000 dólares y 5.000 abonos. En serio, nos fuimos a la mierda.

¿Cuándo empezó nuestro paro de futbolistas? Dos carices: desde ese 1-2 de América en cuadrangulares y perdiendo 17 de 18 puntos posibles. 

Esto no es una novedad y gracias Matt Groening, visionario creador: todo puede malir sal.

Leandro J. Melo C.
Twitter: @lejameco