El Día Después: por pura diversión
Adolfo Cambiaso es un polista argentino. Su vida es sobriedad. Cero excesos. No le gusta la ciudad. Detesta muchas ciudades. Prefiere estar en el campo, en Las Cañuelas, en Argentina, pendiente de sus caballos, su mujer, sus hijos y especialmente de ‘Poroto’, a quien le está enseñado los secretos del deporte de aristócratas. Alrededor de él hay gente con mucho dinero: nada ni nadie lo obnubila.
Él habló hace tres años con Juan Pablo Varsky para su podcast. Dialogaron, entre otras cosas, sobre la clonación de animales y del anhelo de extender su carrera para jugar, padre e hijo, algún abierto. También conversaron sobre qué significa competir (“siempre salgo para ganarle al otro”) y sus frecuentes dolores en el cuerpo (“a mí me duele algo todos los días y lo puedo controlar”).
Pero llama mi atención una larga frase casi al final de la conversación. Explicó cómo hacer un equipo. Textualmente: “todo es un proceso y nosotros éramos un equipo frío. Necesitábamos faltarnos al respeto, porque los equipos se arman cuando tienes tiempo dentro de un cuarto y entras a él y nos decimos lo que tenemos que decirnos, y no nos ofendemos. Jugar conmigo es jodido. Pero lo mejor es cuando empezamos a convivir en la diaria (…) Y otro nos lo dijo: ustedes son fríos porque no se dicen lo que se tienen que decir.”
No sé qué estará pasando por la cabeza de los jugadores y cuerpo técnico de Millonarios este inicio de semestre. La indagación mental nos lleva a preguntar ¿y esos tipos será que se dicen fuertes palabras a la cara cuando todo va mal, o solamente posan unidos ante las cámaras y los micrófonos en la perfección del resultado “+3”? Gamero dijo “yo estoy enojado, ellos están enojados, los jugadores salieron enojados”. Y aquí va el centro.
Es importante eso que señaló Adolfo: que un equipo no solo nace mediante asados, picaditos, cabecitas y fútbol-tenis. Existe cuando se tienen las agallas para no evadir conversaciones que deben doler. De nada sirve emputarse con el resultado si no sabemos por qué y cómo llegamos a él. Vale un rábano cuando dejan de conversar con verdad absoluta en ese cuartico llamado camerino. El malestar de la verdad serviría para acabar con la sumisión y denotaría rebeldía grupal. La sinceridad que podría emanar en ellos haría que anhelen buscar la gloria no en el juego, tan bonito para los demás, sino en el camino del compromiso individual, para que entre todos se convenzan de querer tatuar una estrella en la historia contemporánea de Azul y Blanco, tan gris, opaca y sombría. Esta línea de tiempo actual es tan triste, que incluso tiene la capacidad de quemar la piel de los asistentes a El Campín.
En síntesis: queremos un equipo caliente que enfrente a su peor miedo y lo consienta en el regazo. Ese espanto se llama salir campeón.
Que se entretengan, muchachos azules y blancos. Les deseamos lo mejor en la victoria deformante, el empate algunas veces épico y la siempre derrota edificadora. Esto último es el mantra personal de Adolfo: “mi cabeza solo funciona cuando me divierto”. No en vano es el único polista que ha ganado tres veces la Triple Corona mundial. Y solo por pura diversión porque en la cabeza de él ya no hay dudas.
Leandro J. Melo C.
Twitter: @lejameco
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