Perfil de un ídolo: Rafael Robayo

Retrato de un ídolo: Rafael Robayo

Ídolo, a lo largo de la historia de Millonarios, varios han sido los jugadores que tomaron dicho adjetivo. Ser ídolo de Millos es cada vez más difícil, por las toldas albiazules han pasado cientos de jugadores catalogados como cracks que han recibido dicho reconocimiento.

Junto a esos cientos de nombres se esconde el de Rafael Robayo, ese que es más bogotano que la changua, ese que con cada disparo de media distancias hacia levantar a los aficionados albiazules, ese al que el pelo le llega hasta el cuello y ese que estuvo en cancha aquel 16 de diciembre de 2012 recibiendo la tan anhelada estrella 14.

El pibe de la Alquería

Robayito, o «Rafa», como usualmente lo conocemos, se conectó al fútbol desde que era un pibe, como dicen los argentinos. Desde muy pequeño empezó a jugar fútbol, el patear botellas, medias, tapas… lo anclaron muy rápido a este deporte. 

Su relación con la pelota lo llevó a capar clase para salir a jugar fútbol, fue por esta razón muchos de sus castigos. Precisamente fue en uno de estos que a Rafael se le apareció el santo para empezar su trayectoria hacia el profesionalismo.

Un anuncio de periódico de la época, llegó a manos de la familia Robayo, en el se mencionaba un campamento de la liga de fútbol de Bogotá en el barrio Alquería, en el sur de la ciudad. Es allí donde empieza a formarse ese crack que después nos llevaría a alcanzar la tan anhelada 14.

Pasados los años, a Rafa se le presentó la oportunidad de migrar a Medellín para jugar con el equipo del cual, unos amigos mala influencia, los hicieron seguidor, Atlético Nacional. Estando en la ciudad de la eterna primavera, Robayo debuta en primera división. Sin embargo, a pesar de estar en el equipo del cual creía ser hincha, se dio cuenta del regionalismo que se maneja en la interna de muchos de estos clubes.

Es aquí cuando aparece el destino, conectando el fútbol de Robayo con el equipo de su ciudad, Millonarios. El llamado a integrar la plantilla del cuadro Embajador en 2005 fue el inicio de la relación entre jugador y club. Automáticamente, el corazón del futuro capitán se pintó de azul y blanco, al igual que el de su madre.

El Rafa del 8

El aficionado albiazul no solo recuerda a Robayo por sus «mechas» largas o por esas jugadas de micro fútbol que de vez en cuando sacaba en cancha. El aficionado albiazul recuerda a Robayo por su mítico dorsal, el 8. Ese que lo identificó desde muy pequeño y que llegó a él gracias a los egos y el clasismo que se manejaba en la selección Bogotá de finales de los 90’ e inicios de la década del 2000.

Luego de un primer año fantástico con el equipo Embajador, en donde su dorsal fue el 29. A Robayo le llegó la hora de escoger, y con una sonrisa en su rostro, Rafa recuerda que el mítico 8 fue elegido en el 2006.

Sin embargo, según el utilero de la época, don Alirio como era conocido, el legendario 8 no era ave de buen augurio en la escuadra capitalina. A tal punto de decirse que, todo jugador que portaba el dorsal no duraba mucho tiempo vestido de azul.

—Yo no me voy a ir don Ali, deme la 8 que yo la voy a dejar aquí un buen tiempo. -Le respondió Rafa, quien al momento de recordar sonrió-.

Espíritu ganador 

Si algo aprendió Robayo con Millonarios, fue a madurar con los golpes. Esos que recibía cuando eliminaban al equipo cada semestre o cuando estuvimos cerca del descenso en 2010.

Pese a haber sido campeón con el famoso Millos dos veces, Robayo siente que faltaron muchos trofeos por levantar vestido de azul. Pero, cuando la fe y Dios se conectaron con Rafa, el tiempo con Millos se agotó.

Luego de una dolorosa eliminación en las semifinales del Apertura 2016, Robayo sintió que era el momento de llevar un guía espiritual a las concentraciones del equipo para ayudarlos a sanar de cara al segundo semestre de aquel año.

Esa guía, sano muchas de las relaciones del equipo gracias a Robayo, a quien Dios en su momento le habló para ayudarlo. A pesar de ello, ese mismo semestre Rafa tuvo que decirle adiós al club  de sus amores, no sin antes dejar como huella ese renacer espiritual que tanta falta le hacia a Millonarios.

Millonarios hoy

Ya han pasado más de seis años de la salida del experimentado volante de Millonarios. Rafa, fiel a su amor por el club, lo sigue alentando desde donde quiera que esté.

Habla del proyecto Gamero, a quien conoce y con quien fue campeón años más tarde en el Tolima, con mucha seguridad. Para Rafa, lo único que le faltaba a este Millonarios era jerarquía, esa que el Embajador sacó para ganarle la final a Atlético Nacional en días no muy pasados y con la que se adornó de una vez por todas este magnífico proceso. 

Por otra parte, Robayo no entierra las posibilidades de retirarse en el equipo de sus amores y sigue desde las entrañas del club pujando por un posible regreso. 

—Profe(Gamero) entonces yo llego en la pretemporada y usted sabe que yo aquí le gano lo posición a cualquiera- cuenta Rafa que le decía al DT Embajador en los camerinos del estadio-.

Al final no sabemos si esta relación entre club y jugador ya llegó a su fin.  Lo único cierto de esta historia, es que, con letras doradas Rafael Robayo escribió su nombre en las gloriosas paginas del «Ballet Azul».

Por Daniel Casas y Pablo Salgado