Junior Millonarios 2022

El día después: nos arreglamos con lo que teníamos

La tensión acumulada por varios días de ayuno sin fútbol tuvo que esperar hasta el último bocado del partido. El vaho que emanó desde el césped del Estadio Metropolitano, con una humedad superior al 80%, dejó nocaut al Junior de Barranquilla. Si hay algo más contraproducente para un equipo que oficia como local, es jugar contra su propia hinchada. No hubo ningún momento donde ellos, los asistentes con camisetas de franjas rojas y blancas, hayan dejado de pedirle más que huevos a los representantes de su pasión. Ellos fueron desespero, murmullo, insatisfacción permanente. Julio Décimo, la pelota de squash favorita de la familia Char, debe cambiar su camisa de la suerte, porque la que vistió la noche anterior ya no tiene magia. Millonarios salió aplaudido como visitante de una cancha que los vio escribir una de las páginas más grandiosas de la gloria, esa que vamos recuperando con el paso del tiempo. Fue una gran cena nocturna luego de la inanición.

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Acá en la vereda helada, donde llueve y todo se pone patas arriba, también hubo demasiado nerviosismo por algunas cosas extrafutbolísticas. Conciertos, montajes y desmontajes, memoria del calendario apretado, el mundial en diciembre y la exigencia de FIFA para terminar las fechas de torneos en el mundo antes de la cita orbital. Los días no alcanzan, todo se vuelve frenético y llega el final del año con paso de galope, como el propuesto por Carlos Gómez, nuestro catalizador de la angustia semanal. El chico está intratable, desatado, sin tapujos. Nada le pesa. No levita ni camina: simplemente fluye. Sabe pegar pataditas y también recupera balones. Está atento. Se pone de mal genio. Le dan tramacazos, vuelve a correr y cuando el árbitro le pitó la falta, apenas se cayó y miró con desdén al costeño de negro con silbato. El calor que emanó desde Jader nos confortó en la pasada noche fría y a su vez, ese gol significó la revancha de junio pasado.

La vida se puede resumir en un instante de claridad u oscuridad. Todo queda reducido a un momento, una convergencia, una casualidad. Fueron más de 90 minutos llenos de la realidad que sigue sosteniendo a Millonarios: que la suerte no existe, sino que el trabajo regala los frutos que hoy podemos disfrutar por unos cuantos segundos post pitazo final. Que ante Once Caldas repasamos los errores de novatos por parte de algunos suplentes, esos mismos que anoche le dijeron a Don Alberto “estamos listos para representar nuestros hermanos ausentes”. Esos reemplazantes levantaron la mano, estiraron el brazo en alto, tomaron la palabra e hicieron de su oportunidad la causalidad para esta victoria como visitantes. Acá todos han seguido abrazando la idea que nos carcome y nos consume todos los santos días de nuestra existencia: que no tenemos fondo de baúl en nuestras individualidades titulares y suplentes, pero sí demostramos nuestro compromiso con la causa final, ganar bien los partidos, jugarlos mejor y buscar salir campeón, ¿por qué no dos veces?, en noviembre.

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Un abrazo, Avelino y te veremos la próxima semana: hemos sido capaces de arreglarnos con lo que teníamos. ¿Qué será? Corazón, amigo. Mucho corazón. Millonarios ha dado otro paso gigantesco para la búsqueda de un equipo que está interesado en marcar una época y su propia épica.

Leandro J. Melo C.
Twitter: @lejameco