Junior Millonarios 2019

El día después: dos preguntas

14 de diciembre de 2011. Tenga presente esta fecha que no tiene nada qué conmemorar. Más adelante se dará cuenta.

Inicio por el final: Millonarios perdió, en quince minutos, la manija del partido ante un ciclotímico Junior de Barranquilla. Humedad al inicio del partido, 82%; al final, 92%. La tonta expulsión de Felipe Román parece fiel reflejo de nuestra humanidad: impotencia ante el fracaso, indolencia ante la necesidad. Este resultado dará cuenta de la rabia hasta quién sabe cuándo.

Un equipo se arma de atrás hacia adelante”, recitamos de memoria quienes sabemos la grandeza del médico Gabriel Ochoa Uribe. Inspirado en él, Jorge Luis Pinto basó su método de disciplina y juego, y empezó a rellenar esa libreta táctica maravillosa que nos ha regalado desde que está en Millonarios: por eso el nueve es el primer defensa. Del santandereano puedo decir qué no me gusta, pero es un placer ver cuántos recursos utilizados, “nobles” en palabras de Marcelo Bielsa, nos ha regalado hasta el momento. Para su entender, “el partido debió quedar 0-0”.

A la retina de muchos fue un gran encuentro. Millonarios controló al Junior con su línea de cinco defensores, pero no pudo entender que el primer pase de cualquiera de ellos no salía con fineza hacia el centro del campo. Ese automatismo revela que no estamos convencidos de la idea de juego porque la cambiamos sustancialmente dependiendo de la necesidad. Aun con esas maniobras, no pudimos hacer lo más difícil que era apuntar un gol. Pero jugamos bien, creo.

En la época del resultadismo, enfermedad del fútbol posmoderno, el marcador de anoche nos dejó sin margen de maniobra. Hay que sacar seis puntos para entrar por la puerta de servicio, como el mesero que quiere cortejar a la niña rica y bonita de la fiesta. Hemos agotado todos los ahorros del semestre y del año (al día de hoy, solo un punto obtenido de los últimos quince en disputa) y estamos viviendo del subsidio “jugamos bien”. Pero como no ganamos, se ahonda esa asquerosa brecha entre el frío número y la manera de juego.

Suerte o no, ese 14 de diciembre de 2011 es lo que llamo en mi memoria “la noche del ¿‘qué hubiera pasado si’?” ¿Qué hubiera pasado si Luis Mosquera, lateral por derecha, apunta ese gol que el palo nos negó en aquella semifinal de Copa Colombia? Tal vez habríamos liquidado esa serie. De anoche me quedan dos preguntas: ¿qué hubiera pasado si Wilmar Roldán deja por un lado esa laguna del reglamento llamada “acción manifiesta de gol” por el segundo remate, luego de la clarísima falta que le cometieron al ‘tico’ Ortiz? ¿Qué hubiera pasado si Wuilker no ataja ese penal? Vamos a vivir de la memoria, de nuestros profusos recuerdos, de aquella pregunta que quedará sin contestar.

Lamento profundamente que hoy estemos en esta situación tan apremiante e insólita: otros ayudan a tirar a la basura el esfuerzo de un buen partido, pedimos monedas para ingresar a los ocho y se están esfumando 700.000 dólares por el repechaje de Libertadores. De los títulos y la gloria eterna mejor no hablemos: “jugamos bien”.

Próxima parada: clásico capitalino, Santa Fe en modo crucero y nosotros con cara de póker, haciendo cuentas para no aburrirnos en diciembre con whisky y natilla.

Leandro J. Melo C.
Twitter: @lejameco