El día después: caramelito

Nadie se entregó justo antes que Wilmar Roldán dijera no va más, excepto algunos apurados por la posición de salida del parqueadero. Millonarios jamás se resignó para atacar. Todos volcaditos al frente. Por un lado, por el otro, por el centro, juego interior y exterior. Rotaron los extremos y los medios. Salen desde atrás, con el balón casi limpio. La visita jugó a esperar e intentar vencer: nosotros, a tener el esférico, el arma que más rédito le ha dado a Gamero y sus pupilos. No duden nunca del ácido desoxirribonucleico de Millonarios: como local, siempre hay que salir airosos. El manual se cumple, se respeta, es credo: si tengo el cuerpo redondo, puedo domar al rival.

Alguna tenía que salir porque con una sola anotación, en promedio general, es suficiente para ganar. Hubo que esperar hasta el final, eso sí. Más de 90 minutos y sus adiciones de contragolpes del rival, replegados, tullidos, helados. Una hora y media de sonoras puteadas a Viera, ese que tiene alas editadas en su camiseta. Un largo tiempo para inspirar chiflidos hacia el contrincante lesionado pasajeramente, haciendo del fútbol colombiano, en proceso de refundación, un torneo lento, cansino, aburrido.

Celis la mandó guardar porque intuyó que podía rematar, pero la verdadera sabiduría fue de Llinás quien, al dar un pasito hacia atrás, hace parte del sabor de la victoria en la noche llena de lluvia y frío. Rabioso, el venezolano saltó la valla, fue a celebrar con “la barra”, como él la llamó, señaló el escudo, recibió el abrazo de los invasores de cancha y así regresó al centro del campo, posterior amarilla del central antioqueño. La emotividad quedó reservada para quienes se quedaron hasta el final: en el minuto 89 nadie se debe ir. Lección aprendida.

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El líder no levita y no tiene comportamiento de diva, esa que mira por encima del hombro a los demás: sabe que la cereza del pastel, el “caramelito”, debe llegar al final del torneo y se llama título. Mientras tanto contemplen la obra realizada, con arco en ceros, favorables estadísticas de rendimiento, goles en contra y otros halagüeños datos. Hoy la prensa se levantó avivando a Gamero, con dulce presente, como futurible para dirigir la Selección Colombia: es un intento desesperado y mediático para querer apagar el incendio del bosque envuelto y ahogado en las llamas de corrupción. No jueguen con los sentimientos de un hombre serio, cuerdo y reflexivo.

Mientras tanto, en el horizonte, otra vez, ¿Jersson o miedo?

Leandro J. Melo C.
Twitter: @lejameco

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