El día después: autogoles y emotividad
Si ustedes estaban esperando el homenaje para John Mario, por parte de Azul y Blanco, la postal final fue suficiente: Alberto Gamero, pequeño e ínfimo dentro del lente fotográfico, se acercó a oriental para ver a su amigo pintado en un trapo blanco. Le habló a la imagen, que veremos una y otra vez, y que nos hará lagrimear. El sentimiento hay que dejarlo para los que tienen corazón.
En el terreno de juego tres autogoles. Resultado inédito. Hubiera sido más lindo en el estadio para comentarlo con quien se hace a nuestro lado. Pero no fue así. Qué sensación tan nociva y molesta es extrañar.
Quindío fue un equipo aguerrido y valiente, con poco porcentaje de posesión de balón pero con un corazón inmenso para intentar quedarse en Liga: el lastre del promedio lo condena desde el principio. Dos veteranos en la visita, nueve debutantes en Liga. Y Quintabani, viejo conocido de nuestra casa, al frente del rebaño verde: como el pastor con cayado, cuida los retoños de Don Hernando, el único que puede decir “el fútbol sí es negocio”.
Millonarios fue medianamente lento en la salida pero rematador hacia el arco, que hizo figura al portero visitante después de 14 disparos. Es un equipo que aprendió el valor del criterio y regala confiabilidad. Poco a poco va tomando la velocidad crucero, con 71% de disfrute del redondo la noche anterior. Tiene falencias consabidas, como los balones aéreos, sobre todo en ataque: un solo cabezazo en catorce intentos de costado. Con suerte y rareza, pero insistencia, se ganó. “3+” en las redes de los jugadores. Es lo único importante.
Sin calificar cada protagonista y como se solicitó en el pasado, el equipo tiene una impronta definida. La identidad del entrenador está plasmada en cada personaje del andamiaje táctico: “sube, baja, haz una línea, invéntate una finta, encara hacia el centro o el arco”. Todos tienen un rol dentro del esquema. Estamos escrutados de principio a fin por los equipos de la Liga: ya todos saben a qué jugamos. La capacidad para sorprender residirá en un remate fuera del área, como el ejecutado por Pereira en el segundo tiempo. Quisiéramos más porque esto es Millonarios. Pero la realidad no alcanza para otra cosa.
El partido contra Everton será el reencuentro presencial de la hinchada local o foránea con sus jugadores. Nada mejor que verse con los otros, los amigos o familiares. ¡Qué lindo será sentirse y abrazarse en el calor del verano norteamericano! Hot dog, ‘flat beer’ y grados en Farenheit. Que vuelvan todos del periplo. Los hinchas serán vacunados a la carta Y los jugadores que retornen sin lesión alguna y con el convencimiento que se pudo jugar de igual a igual contra un club que ha invertido, en los últimos tiempos, 400 millones de euros o libras esterlinas. Para nuestra realidad monetaria es casi lo mismo: inalcanzable desde todo punto de vista.
Mientras tanto, el futuro inmediato: siete partidos en el horizonte, todos en 20 días. Y con los mismos 23. Y sin Chicho Arango, quien lloró al despedirse de nosotros.
Leandro J. Melo C.
Twitter: @lejameco