Millonarios Patriotas 2021

Y una noche, la mejor hinchada volvió a casa

Pasaron 553 días desde esa noche del 3 de marzo de 2020, un clásico sin goles cuya mayor emoción fue el «tifo» que hicieron los hinchas azules en Sur para recordar el gol de Henry Rojas, y el 6 de septiembre de 2021, la fecha en la que El Campín volvió a abrir sus puertas para pintarse del color que más y mejor le luce. Fueron 553 días eternos, con una final de Liga en la mitad y toda la cosa. Fueron 553 días de silencio en las tribunas, de solo banderas colgadas, de nostalgia.

Las horas previas marcaron la ansiedad, el hincha no veía la hora de cerrar su jornada y arrancar para el templo, la casa de siempre. De llegar al estadio y revivir ese ritual que tanto hacía falta: el caos para parquear, las filas, la requisa excesiva o no, el saludo con los amigos y con los desconocidos, el «check-in» en las redes sociales con alguna frase de batalla o poética al equipo, los abrazos, las charlas, la lechona, el tinto, el dedo de queso, el himno de Bogotá con la mano derecha extendida en señal de juramento a la bandera cantándose duro como si no hubiera un mañana, los aplausos, los gritos, las puteadas, los análisis en el entretiempo, los planes para el tercer tiempo…

Los de Lateral Sur no pararon nunca de cantar. Comandos tenía su repertorio y Blue Rain el suyo (y también algunos en Oriental), ellos dejaron la voz y también el corazón en este reencuentro equipo-hinchada tan esperado y anhelado. Yo sueño con que algún día todo el estadio cante el mismo tema y con eso imprima presión sobre el rival.

Y por supuesto, tras 553 días de ayuno de fútbol, tenía que llegar ese momento cúspide del fútbol: el gol. Y la posibilidad de levantarse de la silla o saltar, gritar con lo que queda de corazón y buscar ese hermano azul, conocido o no, a quien darle ese abrazo y/o ese beso, que es la manifestación de amor más sincera que existe en el mundo. Cuando Fernando Uribe cruzó ese disparo al segundo palo y la pelota se metió en el arco sur, se cantó más que un gol. Eran 553 días de ahogo represados en las gargantas. Porque digan lo que digan, jamás será igual en vivo que por TV. No me equivoco cuando digo que para muchos, ese gol de Fernando se sintió como si fuera el primero de toda la historia en el «Nemesio».

Seguro también pudo haber momentos para el murmullo y para los nervios, quizá con esa doble atajada de Juanito que salvó el cero en el arco o con el manejo de los cambios de Gamero. A lo mejor alguno se desesperó cuando el equipo tocaba la pelota pero no concretaba. Todo eso hace parte de la vivencia del fútbol de cancha. Al final, cuando el central Alba señaló el final, la sonrisa dibujada en las caras de los aficionados marcaba el final de una vieja tradición que volvía y el inicio de otra: regresar a casa tarde en la noche con la satisfacción del deber cumplido, que no es ganar, sino estar y alentar.

Pasaron 553 días, y una noche de lunes, la mejor hinchada de Colombia volvió a casa, la adornó, la vistió de gala. No paró de alentar durante noventa y tantos minutos… Y el equipo la premió al regalarle los tres puntos en su regreso.

Twitter: @elmechu