De Millonarios me enamoré
Asistí al estadio por primera vez relativamente tarde. Fue cuando tenía 12 años y en esa época ya vivía obsesionado con Millonarios y lo seguía por televisión y radio AM. Era habitual oyente de ‘Fútbol Visitante’ de Antena 2, mientras que de local rogaba que transmitieran los partidos por algún canal de televisión por suscripción o escucharlo a través de Radioacktiva o Caracol Radio.
Así me fui enamorando de Millonarios, cosa que se potenció aquel día que entré por primera vez al ‘Coloso de la 57’ a ver la primera fecha del torneo de 2005 contra el siempre complicado Envigado FC. De ese partido recuerdo la lesión de Héctor Walter Búrguez, el debut de José Cuadrado en el arco azul y un excelso gol de chilena de uno de los referentes de mi adolescencia: Gabriel Héctor Fernández.
Eran tiempos muy difíciles. Durante mis primeros años de vida, Millonarios no era habitual participante en las instancias finales del FPC y los títulos estaban muy muy lejanos. Celebrábamos y éramos felices con muy poco: una atajada de un penal de un jugador de campo, un gol en la agonía de un partido, una Copa Cafam, una victoria en el Atanasio Girardot… pasar a los cuadrangulares era darse por bien servidos.
Y así pasaron los años, el fantasma del descenso tocó nuestra puerta y casi logra entrar si no fuera por las manos salvadoras de Luis Enrique Delgado Mantilla. Conocí por primera vez la figura de «reestructuración empresarial» cuando hubo la necesidad de darle un vuelco de 180 grados a la parte administrativa de un club enfermo, lleno de deudas y pasivos acumulados por una perversa gestión de una directiva de mierda.
Resurgimos y como el ave fénix nos levantamos de las cenizas. Así llegó el título de aquel inolvidable 16 de diciembre que cortó una sequía de 24 años y que fue un bálsamo de ilusión para esa generación que se comió las época del «arroz con huevo» y el «kinder de Cortés».
Las noches negras empezaban a cesar. No ganábamos siempre, pero empezamos a estar más cerca de lograr un título. Y así empezaron a llegar también las eliminaciones dolorosas: contra Junior de Barranquilla, contra Atlético Nacional, contra Deportivo Cali, pero siempre se renovaba esa ilusión porque era otro club, otro equipo, otra administración. Fuimos dejando las tristezas y llegó una alegría inolvidable: el día en que el #17 se consagró de héroe.
Entonces dejamos de sufrir por entrar a los cuadrangulares, eso ya era una obligación, lo mínimo. Entonces nos empezamos a creer el cuento y empezamos a ser aspirantes al título en la mayoría de torneos. Consolidamos un club viable desde lo financiero que adquirió un modelo de negocio estable y atractivo. Iniciamos un proceso hermoso, una comunión entre directivos, cuerpo técnico, jugadores e hinchada unidos por un mismo objetivo: devolver la grandeza a un equipo gigante que la había perdido por años.
Y aquí vamos, celebrando un nuevo título en nuestro palmares. Uno al que hay que darle el valor que merece y que debemos celebrar como si fuera el primero, con la misma alegría, euforia y pasión. Hoy miro en retrospectiva los años difíciles y agradezco por este presente, porque de a poco vamos devolviéndole el nombre al equipo de Di Stefano, de Pedernera, de Iguarán, de Gamero y de muchos que supieron escribir sus nombres con letras doradas en el libro de la historia Embajadora. Aún falta muchísimo, pero este es el camino.
No me pidan que no celebre estos momentos, porque se viene a mi mente el gol de Milton Rodríguez en velitas, las historias de la finca, las demandas de los jugadores y empleados, la ley de quiebras, los lunes de «bullying» en el colegio, las camisetas sin patrocinio, los jugadores que no querían venir, las celebraciones de los rivales, y el sinnúmero de situaciones tristes que vivimos por más de una década.
Aprovechemos mientras dure este momento, disfrutemos cada título y aspiremos a ganarlo todo, partiendo de la humildad y el trabajo. Esta época la recordaremos y a este grupo de jugadores no los olvidaremos, así como al cuerpo técnico que con esfuerzo y dedicación ha hecho que Millonarios sea un equipo respetado, que imparte temor al rival, al que es difícil ganarle. A eso es lo que nos tenemos que volver a acostumbrar, porque es nuestra esencia. Repito, aún falta muchísimo, pero este es, sin duda, el camino correcto.
Gracias por otra noche maravillosa, embajador. No tengamos techo, aún tenemos que seguir reencontrándonos con nuestra historia.
Por Andrés Rey Hernández
@andresreyhdez
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