Pereira Millonarios 2022

El día después: en el espejo de Santiago

Es la inevitable rutina diaria. Levantarse de la cama, poner el café, darle de comer a las mascotas y mirarse en el espejo antes del aseo personal. Hace unos pocos meses era una sola cana en la barba. Había una suerte de emoción porque el pelo negro se teñía de blanco. Pero era única. Ahora, en ese automatismo, ya las puedo contar: parecen cinco, lucen como diez y en realidad son una veintena. Antes era sorpresa, ahora es confirmación.

Exploro el recuerdo, el pasado. Instancia de copa Sudamericana ante Deportivo Cali. Nos fuimos a penales en Palmaseca. Uno de los cobros fue de Santiago Montoya. Tuvimos la osadía de decirle “mago” porque la fe en sus piernas, dotes, fintas, pases, era infinita y nos recordaba que había talento en su juego, además de ostentar el rótulo de una de las compras más rimbombantes de Azul y Blanco. Se paró frente al balón y de cara a David González, arquerazo antioqueño, hubo una mofa visual que le hizo desatar risitas nerviosas. Penal desperdiciado. Días después, Montoya contó que eran amigos de cuadra, que habían crecido juntos, por lo menos cerca, entre la complicidad del barrio. Y por eso el leve carcajeo.

El equipo titular de ayer fue la versión 2.0 del conjunto: quienes no habían visto acción tuvieron oportunidad. El guion es igual y a veces el resultado, también: juegue donde juegue, hay que tener el balón. Gracias a ese remate donde dejó batido al defensa embajador y con ese amague dentro del área anhelado alguna vez, Montoya nos dejó sin punto alguno. De igual forma desnudó el mismo tema de discusión: tener la redonda no es garantía de victoria. Él no es el mejor delantero de la Liga, incluso fue su primer gol con Pereira, pero nos dejó escurridos y con la deuterofobia alborotada. Nos mostró que la eficacia en nuestra zona delantera es un asunto de lágrima, que Montero es el mejor perro guardián de Millonarios y que somos muy soretes cuando queremos hilvanar laboratorios sin los adecuados alquimistas. Lecciones de la derrota: no debemos dar ninguna ventaja, es menester por pelear las cosas invisibles, como ese punto impalpable y, no menos importante, ya hemos vivido cosas parecidas con este tipo de rivales.

Detrás del cristal hay sombras. Lo que antes veíamos como real, cierto, toma otra forma en la re-creación de los fantasmas del ayer. Queremos huir del mismo pero nos alcanza rápidamente y siempre se presenta ante nosotros transformado en un interminable déjà vu. Ayer nos vimos en el espejo de Santiago Montoya.

Leandro J. Melo C.
Twitter: @lejameco