El día después: fallamos
¿Qué puede ser más molesto dentro de los hinchas de Millonarios? ¿Perder el clásico capitalino contra uno de los peores Santa Fe de los últimos años? ¿La desmedida sanción de la Alcaldesa bogotana, que tiene tintes de revancha política porque no hubo renuncia del Secretario de Gobierno local, solicitada por parte del mayor accionista de Azul y Blanco? ¿Las declaraciones en rueda de prensa por parte de Gamero y Mackalister? Seguramente nada de eso es tan aburridor como saber que no pudimos querernos y abrazarnos, con nuestros cuerpos, en la derrota. Esa sensación es la más fastidiosa.
La leyenda que reza “ganar clásicos es más importante que jugarlos” ofrece una nueva arista. Ya no somos simples espectadores o hinchas, sino analistas. Tenemos datos, cifras, mapas de calor y aplicaciones que nos hacen más fácil opinar sobre lo realizado por los jugadores. Al final de esas observaciones resulta imperdonable patear un balón hasta el minuto 72 e igual de inexcusable que el técnico pierda la papeleta cuando la casa arde. Jugar con Uribe de media punta y que Vega esté solo ante seis o siete jugadores cardenales en ataque, es el epítome de la confusión, un suicidio táctico que no debería aparecer en un equipo maduro, con rodaje y finalista. Hubo variantes propias dentro del juego embajador que no hicieron mella, daño, al rival rojo.
Santa fe erró en definición y jugó horrible, pero al menos pateó al arco. Una sola jugada les bastó. Un debutante foráneo la metió y victoria para el visitante con menos del 20% de posesión.
Hoy necesitamos asumir que perder el clásico bogotano como anfitriones es tanto o más castigo que dejar de ir al estadio por culpa del ego distrital y las declaraciones oficiales, radiales y desatinadas. Así como reconocemos las buenas cosas de Millonarios en una construcción que no tiene techo, hay momentos cumbre, como un clásico, donde debe aparecer esa competitividad apabullante y esa rebeldía necesaria para sobrepasar al rival con la lógica del 80% de posesión del balón.
Como reza el proverbio árabe, “cuando cae el ganado, lucen los cuchillos”. Al matadero y nosotros, al burladero. Fallamos.
Leandro J. Melo C.
Twitter: @lejameco