Millonarios 2023

Taches Arriba: entre niños y adultos

Si entablo una conversación con mi párvulo interior, estoy seguro que los puntos perdidos ante Pereira, Chicó, Unión Magdalena y Jaguares serían materia de lamento profundo y pataleta desmedida. El fútbol actual, rápido y sin descanso, similar a la adultez, nos permite olvidar con solvencia lo anterior, ya que todo se renueva en un clic. A ese niñato le gusta la sensación de volver a vivir una nueva final gracias a un gol de remate de media distancia, de otra criatura, que viajó en chárter por la urgencia y quien le dijo al profe «quiero jugar», porque él todavía está interesado en patear balones de media distancia en una cancha llena, como Cúcuta.

Mi niño interior lloraría con estos días oscuros gracias al clima bogotano: el adulto de hoy se regodea en la calidez de las noches heladas que vienen en noviembre, el mes de la doble Copa, el de los 30 días para intentar sellar el paso en búsqueda de otra Liga. Esa noción de futuro que un infante no se atreve a siquiera pensar, viene acompañada de la esperanza que ahora me abraza, impensada hace dos o tres décadas atrás. Los jovencitos de hoy son afortunados puesto que ven un equipo protagonista, en camino de ganar: así se cultiva hinchada, así se labra la grandeza, así se siembran los títulos. Esa sensación es mi respuesta como humano grande a la pregunta que siempre hace Javier Aznar a sus entrevistados para su podcast «Hotel Jorge Juan»: «¿y cuál es tu idea de felicidad perfecta?» Esa es.

Pero hay algo más en el fondo de todo esto y está sustentado en una derrota. No fueron tan virales dos vídeos en el Pascual Guerrero luego del 0-1 ante América. Aún con la lluvia presente y emparamados debajo de sus capas, quedarán para el recuerdo dos cosas. La primera, que Mackalister Silva fue abordado por varios hinchas escarlatas para una o varias fotos. Y en segunda instancia, que Llinás selló con una firma y un choque de puños la complicidad propia con un rival de corta edad que le admiró y mostró respeto.

Menciono lo anterior ya que los adultos de hoy manifestaron un destrato hacia el equipo luego del empate ante Boyacá Chicó. Esas palabras negativas llegaron hasta los oídos de Don Alberto, quien tuvo que agachar la cabeza porque, aún con o sin razón, eran merecidas o no. Sin embargo, se volvió un joven vivo y astuto cuando tuvo su desquite con la pregunta de Doña Cecilia en el General Santander: habló como el técnico que defendió el resultado por encima de la forma del juego, como el padre de la criatura que va ganando talla y estatura, y recordando que su equipo también quemó minutos; eso sí, no tantos como para reponer diez. Y es así como regreso al primer párrafo: menos mal existen los torneos cortos, sin descanso, puesto que ser adulto implica que las revanchas ahora toman menos tiempo para ser abordadas. Es increíble: la década de distancia entre la última final de Copa disputada por Nacional y Millonarios, se fue en un santiamén.

Justamente, sobre el paso de los días, citaré un poema de Charles Simic, recitado por Alejandro Gaviria: «El tiempo/ ese homicida/ que todavía nadie/ ha podido capturar». Ahora solo queda esperar, con respeto de adulto y sin desespero de infante, el final, la final, los finales, las finales. Tic. Tac. Tic. Tac.

X: @lejameco