Salvavidas
La angustia, zozobra y preocupación han inundado nuestros pensamientos en los últimos días con los resultados obtenidos por Millonarios en las desafortunadas cuatro fechas; fechas que opacaron las valiosas victorias con rivales acérrimos y presionan cada vez más a jugadores y cuerpo técnico a recomponer el camino previo al inicio de un torneo internacional.
Estos mismos pensamientos hacen que nos cuestionemos miles de veces los datos que nos ayuden a soportar cada derrota y encontrar el fin de esta pesadilla. Partido a partido buscamos la manera de cambiar nuestras cábalas: ingresar por otra puerta, usar camisetas diferentes, llevar prendas específicas que creemos están llenas de mística, compartir nuestro espacio en el «Nemesio» con quienes acostumbramos o simplemente cambiar nuestra manera de llegar al estadio. Pero estas cábalas se acortan cada vez más y más y por ahora no dan los resultados esperados.
Nos estamos moviendo en una fuerte marea de apoyar sin cesar o desesperarse por cada pase errado, por las infortunadas jugadas, por las voces de los intolerantes -que parece- están más en contra de su propio equipo y por los malos recuerdos de épocas oscuras que no queremos vivir nunca más. Sin embargo, aparecen esos salvavidas que encontramos diariamente y nos ayudan a sopesar los malos augurios del Millonarios que amamos hasta el tuétano; «Si el amor se cae, todo alrededor se cae» dicen Los Cafres, siendo ésta la frase que me mantiene a flote durante las últimas horas, y me ha hecho pensar que aunque «no sea claro el cielo» y hemos ido perdiendo la cordura en «un remate de dolor», al final de cada partido podemos encontrar cómo sobrenadar en compañía de cada persona que aplaude el proceso del profe Gamero y que entiende que caerse y levantarse es necesario para pasar este bache, así sea de la manera más enfermiza que tiene el fútbol: perdiendo.
Todo este vaivén que vive actualmente el «mar azul» me remonta al torneo apertura 2017, donde dramáticamente tuvimos que padecer un empate y tres derrotas consecutivas, además de perder con nuestro rival de patio; ese mismo año en el que caímos –afortunadamente- en las manos del siempre querido Miguel Ángel Russo, luego del paso de un técnico de 11 partidos en el año anterior. Con esto, no quiero decir que Gamero deba dar un paso al costado ni mucho menos ser desagradecidos con lo que por y con amor ha logrado. Solamente es el símil de un salvavidas que tuvimos en aquella época y que tal como ahora esperamos que «algo» pase para elevar velas y pilotar el camino.
La marea no bajaba en 2017, tuvimos una dolorosa eliminación frente a Nacional y siempre recordaremos las palabras de nuestro –en aquel entonces- capitán Cadavid y que fueron el preludio de una de las estrellas más conmovedoras por todo lo que vivimos alrededor de don Miguel y su firme convicción de que “todo se cura con amor”. Esperamos, seguimos anhelando que la marea empiece a bajar ahora, que como mencionan Los Cafres, “siento un cambio adentro que se aproxima, aunque entiendo al que resigna” y al fin, podamos salir a flote, navegar nuevamente por un mar de tranquilidad y muchos goles.
Paola Clavijo García
@Ojimielosa