… y de un incendio llegó la 15
Han pasado ya un poco más de quince días de la épica consagración de Millonarios en un Nemesio teñido de rojo que parecía un monstruo medieval que se tragaría vivos a todos los soldados de Russo. Un campo de batalla que pintaba para achicar hasta el más grande, para extinguir cualquier fracción de aire que pudiera haber en el pecho de las 11 camisetas de los guerreros azules. Era un lugar para meterle miedo a cualquiera, hasta el hincha más valiente y canchero sabía que ese
estadio aquella noche sería una caldera tremenda. 11 azules contra 35.000 rojos, 8 millones de embajadores contra todo y contra todos.
Leí por esos días en twitter algo que decía más o menos así: “En esta final se enfrentan las dos hinchadas más grandes de este país: La de Millonarios contra todos los que odian a Millonarios”. Y no fue mentira. Hinchas de todos los equipos que no llegaron a la final fueron a pararse en la orilla de nuestro rival, todos querían ver a Millonarios caer, todos soñaban con ver desplomado al gigante albiazul y una vez más, ser blanco de señalamientos y críticas. Pero el fútbol –como la vida- que no se queda con nada, esta vez le dio un merecido premio a esta hinchada azul que últimamente ha sufrido más de lo que ha podido celebrar.
Esa noche de domingo será muy difícil de olvidar para los que pudimos estar dentro de ese estadio. Fue una jornada futbolera de esas que se le podrá contar a los hijos, a los nietos, como si se tratase de un cuento fantástico, de una leyenda que parecía no se escribiría nunca. De esas que toca vivir en carne propia para poderla creer. Camuflarse, caminar entre rojos, sentarse junto a ellos, aguantar el grito de gol, sufrir en silencio, orar…
Uno crece viendo cosas increíbles en el fútbol, pensando en silencio si algún día un momento de esos asombrosos le llegará al equipo de uno. Veníamos de vivir varias derrotas muy dolorosas en el último segundo, jugando mejor que el rival, soñando con dar la vuelta, recibiendo un mazazo en la cabeza que lo dejaba a uno tendido en la lona con el alma rota por varios días.
La ventaja de un gol conseguida el miércoles 13 de diciembre parecía poca para los entendidos del futbol. Para nosotros los hinchas de Millos era una ventaja que se debía defender con los colmillos bien afilados, con una mente serena y audaz, y un corazón más grande que la propia historia del equipo. Se había logrado un pequeño paso, porque al decir verdad, todos los logros de este Millonarios –a diferencia de otras épocas- se tomaron con calma, con humildad, no se hicieron más grandes de lo que fueron en realidad. Russo no solo comandó a sus jugadores, en gran medida también lo hizo con la hinchada. En cada rueda de prensa recalaba siempre el “sin egos, con humildad”, como queriendo sembrar en la mente del hincha un mantra positivo y prudente.
Hace un año llegaba Miguel Ángel Russo a Bogotá, con el vestido de bombero puesto desde que salió de Argentina para aterrizar en Bogotá e intentar apagar el incendio que otro compatriota suyo había dejado ardiendo en Millonarios. Con calma, con trabajo, con paciencia y con los quilates que tiene en su espalda por la experiencia en el futbol de este continente, Russo se salió con la suya y salió campeón. Sin figuras, sin “nombres”, si con hombres. A lo mejor el título un poco antes de lo que se esperaba, porque no hace mucho, el divorcio hinchada-directiva estaba más caliente que nunca, y eso terminó llegando hasta la entraña del grupo de jugadores y cuerpo técnico. El nerviosismo estaba flor de piel, el ambiente en el estadio se sentía pesado por esos días…
El 17 de diciembre de 2017 poco antes de las 9:00 de la noche, todos, toditos, callaron bocas. Camacho, Carraça, hasta el mismo Serpa… así no nos guste. Nos dieron la estrella 15 en un partido jugado por varones, con amor propio, con cojones, con inteligencia, con toda la energía de los que estábamos escondidos dentro del Nemesio y la de millones de hinchas en todo el país y fuera de él. Ese golazo caído de otro planeta, ante el rival tradicional, en la primera final capitalina de la historia, faltando cinco minutos… Si querían que sus nombres quedaran escritos en la historia de Millonarios, sí que supieron cómo hacerlo. Se diga lo que se diga, este campeonato también es de ellos y así como a la hinchada, este nadie se los quita. Ya demostraron que se puede. Ahora queremos y merecemos más.
Solo esperamos que ese síndrome “post-14”, que nos tuvo en sequía cinco largos años viendo como otros rivales pasaban de largo no se repita. El proyecto a hoy dio el primer fruto, pero debe ser solo el primero de muchos, pues este equipo y esta hinchada merecen celebrar cosas grandes siempre, debe ser costumbre, debe recuperarse de nuevo el glorioso ADN ganador de Millonarios.
Todas las gestas históricas escritas con letras doradas en las páginas del futbol colombiano tienen ahora un capítulo más, el cual así pasen los años, los partidos, los títulos, las victorias, las derrotas, los mil y un clásicos más que puedan venir, esta no se olvida nunca, esta no se borra nunca más. Millonarios salió campeón derrotando a Santa Fe, el resto, que lo cuenten como quieran.
Eduardo Zabalaga Escobar
@ElCholoSoyYo