El método Azul y Blanco
El fútbol es una industria que mueve mucho dinero. Incluso ya se vuelve un mercado completamente desproporcionado para las necesidades y prioridades del mundo actual, tal y como lo vemos en las sumas por derechos de televisión, premios, marketing, fichajes, entre otros.
Contratar a un jugador ya no es tan sencillo. Si es una super estrella se tienen que contemplar varios factores dentro de la negociación: derechos de imagen, porcentaje de ventas, logro de objetivos deportivos y otros más que sortean agencias y representantes. Es realmente complejo.
Cada actor quiere sacar su tajada, a veces hasta con avaricia. Ya en un mercado más terrenal, no de super estrellas, sigue siendo difícil contratar un jugador porque tradicionalmente las negociaciones se han hecho ‘tripartita’: los dos clubes (quien contrata y quien vende) y el representante del jugador, y tantos intereses en juego entorpecen las conversaciones como lo hemos visto acá y en otras latitudes.
Pero los escenarios han cambiado. El mercado es dinámico y los representantes han encontrado las vías para hacer estas negociaciones más sencillas y obtener una mayor participación; es ahí donde aparecen los jugadores libres y las artimañas para llegar a ese punto donde ya no es ‘tripartita’ sino ‘bipartita’.
Esta figura es la que le gusta a nuestro presidente y a nuestro máximo accionista, porque evitan riesgos y pueden tener mejor armas para la negociación. Así han cerrado a Álvaro Montero y a Leonardo Castro y así lo seguirán haciendo por lo complejo que puede llegar a ser traer a un jugador con contrato. La experiencia con Juan Pablo Vargas muestra que el método Azul y Blanco es, sin duda, el menos tortuoso (así en este oportunidad hayamos sido los vendedores y no los compradores).
Muchas veces la voluntad por traer a un jugador está, pero la negociación no es fácil por varias circunstancias. Un ejemplo reciente: el interés de Millonarios por Adrián Estacio. Se intentó negociar con el Deportivo Pasto y pidieron como si fuera Kylian Mbappe, forzando al jugador a rescindir contrato (otra vía para llegar al escenario bipartita), pero después aparece el representante pidiendo también una suma desproporcionada de dinero que por supuesto Millonarios no iba a pagar. Final de la historia: el jugador terminó llegando a Águilas Doradas, seguramente no en mejores condiciones a más ofrecidas.
Acostumbrémonos a que solo lleguen jugadores libres, porque difícilmente vendrá un jugador con contrato. Asimismo, acostumbrémonos a que nuestros jugadores se vayan libres también, porque seguirá pasando lo que hizo Román y lo que seguramente hará Juan Pablo Vargas en diciembre. Acostumbrémonos al método Azul y Blanco de Serpa, porque lastimosamente es la forma más sencilla de hacer negocios en el futbol moderno.
Andrés Rey Hernández
En Twitter: @andresreyhdez