El día después: una victoria melancólica
La melancolía del domingo empieza a la una de la tarde, con el café recalentado, hecho de forma temprana, mañanera, cuando en el descanso dominical, el obrero tiende a sentirse molesto, infame y poco acucioso. Se llama ‘síndrome de domingo’, si lo quieren buscar en internet. Solo el fútbol revive esa llama de las ganas para pasar el séptimo día de forma cómoda y sencilla. Y a veces no alcanza.
Sin que haya sobrado algo, Millonarios ganó ante Deportivo Pasto. Y, otra vez, ya está. Así quedó el resultado. Condicionados por los pocos puntos obtenidos ante Nacional, Unión Magdalena y Santa Fe, jugar contra el equipo del sur del país pintaba, en el tablero inicial, como una dificultad mayor. Así no haya ganado como visitante, el sabueso Alexis García sabía cómo hacer daño a los embajadores. Su equipo intentó, de forma desordenada, someter con pelotas al vacío: cinco de ellas fueron a los laterales. Se notaba el hastío de algo que aquejaba a la visita: posteriormente, el técnico renunció acusando problemas personales.
Esa soledad llegó en forma de primer tiempo. Apático, Millonarios no fue alegre con el balón. Tuvo que recibir un gol para despertarse y fue el agua encima de la cara, a ver si podíamos volver al trabajo. La falta de penal que cometió Balanta contrasta con el liderazgo mostrado por Payares: definió en el segundo gol como el delantero que inició en inferiores y fue quien otorgó el orden desde la zaga para sacar adelante el equipo.
En líneas generales, el regreso de Ortiz y Macalister presentó profundidad en el ataque: uno fue al palo, el otro al rebote y al fondo de la red. Ellos dos fueron destacados como los mejores, porque leyendo entre las mismas, el equipo no se comportó de mejor manera. La imprecisión de Bertel, el medio campo desordenado con Jaramillo como mayor exponente y un tridente ofensivo que no se encontró, fueron los puntos negativos de la victoria. Sí, ganamos, el resultado es el que manda, siempre será así, pero ayer no hubo esa chispa sagrada que sí defendieron las mujeres del equipo, en Cali, que vencieron con contundencia a las aspirantes a campeonas, el América.
Las postales de domingo quedaron apostilladas. Pinto, con bufanda amarrada, apretó desde el minuto cero al comisario de campo y árbitro emergente: “no te tirés, no hagás tiempo, por favor”. Ya había avisado en días antes que algo pasaría. Para su colmo, los jugadores del Pasto se cambiaron los guayos justo antes que Bismark Santiago dijera “¡vamos a jugar!” En la rueda de prensa, premonición cumplida: un periodista preguntó al técnico visitante sobre eso de quemar tiempo. “Yo preparo mis partidos para jugar”, dijo García. El mismo colega le preguntó a Pinto y él, tan él, dijo que tiene vídeos de un encuentro Cúcuta – Equidad donde el antioqueño mandó cambiar los guayos de sus jugadores a los quince minutos del primer tiempo.
La guerra fría terminó caliente y sin interlocutor porque “el maestro”, como le llaman, se radicará en Bogotá por sus asuntos internos. De pronto se encuentran, toman un café, liman asperezas y se reencuentran en una tertulia deportiva nocturna. Quién sabe.
Hay que recuperar la alegría: nada más melancólico que salir ganando y quedar vacío. Aunque la cerveza llena, un poco, esa falta de júbilo, de tranquilidad.
Próxima parada: Deportivo Independiente Medellín, en el Atanasio. Un paso más para jugar 26 partidos.
Leandro J. Melo C.
Twitter: @lejameco