El día después: secuelas de la impotencia
Nada nuevo bajo el sol cuando se afirma que el clásico es un partido aparte. Hasta el propio Jorge Luis Pinto, en su conferencia de prensa previa al encuentro, abogó para que Santa Fe no se fuera al descenso “porque no lo merece” y esperaba que ellos mejoraran “pero después del clásico”. Boconería tribunera.
Ellos fueron a jugar el partido y nosotros, no. Ellos compitieron: nosotros apenas nos presentamos. Fin.
Anoche, después del partido 1-0, pensaba en Albert Camus cuando afirmaba que “en una cancha de fútbol se suelen jugar todos los dramas humanos”. Si Millonarios pudo ser mortal no fue por su exhibición futbolística sino por los impedimentos que nos hacen terrenales: actitud nula frente al encuentro, poca elaboración en los conceptos implementados, apatía frente a la valentía cardenal, sin ideas para la consecución de jugadas de gol. Eso sucede cuando no estamos cómodos y todo está por resolver.
Hablar de quien no está, como Macalister, Faríñez y Ortiz suena a grosería. ¿Habría cambiado todo con ellos en cancha? ¿Acaso los suplentes no están capacitados para enfrentar este tipo de batallas? Es mejor comentar que todo el equipo tuvo mal rendimiento en cada una de sus líneas. Y justo en el clásico de Bogotá nos caímos, tropezamos con la realidad; nos dimos un baño de mala cara, reproches, cero remates al arco y 60% de posesión del balón que no alcanzó. No supimos vulnerarlos, no respetamos la idea que todavía nos sostiene, traicionamos nuestro ADN ganador, no cumplimos ante la expectativa por ser favoritos en el torneo. No, no y no. Y si creen que no somos llamados a ser campeones, pues hay que convencerse: estamos obligados porque nuestra historia lo demanda así.
Seguramente nadie querrá leer esto porque en las derrotas no hay ningún consuelo, pero deseo indicar que perder este partido es una afrenta contra la realidad, al menos, de la tabla de posiciones, esa a la que seguimos aferrados desde el semestre pasado. Esa tabla es un espejismo e indica que nosotros vamos arriba y ellos abajo: pues anoche ambos equipos parecían lo contrario. Unos querían ganar por reivindicación, otros apenas jugar para cumplir con su calendario. Inflamamos el pecho anhelando que se vayan a la B pero los que jugamos como equipo mínimo, reducido en alma y espíritu, fuimos nosotros.
Hoy somos impotentes porque pasa el tiempo y nada que rompemos con el maleficio de ganarle al peor Santa Fe de los últimos años. Amargados o no, habrá revancha en la última fecha de Liga, prolongando así la agonía del desespero por decir “¡ganamos el clásico!” Eso que no sucede desde el 17 de diciembre de 2017. Pasa el tiempo y serán casi dos años: ¿partimos un ponqué?Están vivas las secuelas de la impotencia. Todo está por hacer.
Próximo partido: Deportivo Pasto, en el Nemesio Camacho.
Leandro J. Melo C.
Twitter: @lejameco