El día después, número 19
El panorama es amplio y jodido.
Aún con dos goles en el partido, Millonarios no pudo ganar ante Equidad. Un equipo visitante que plantó 4-4-2 en defensa y seis hombres pisando el área contraria en jugadas de ataque, fue suficiente, con tres goles, para que ganara faltando unos pocos minutos para terminar el partido.
No hay análisis que resista este mal semestre. Tanto, que los resistidos Elíser, Barreto y Salazar fueron los mejores jugadores de la cancha: decíamos en la tribuna que “con 1.000 de huevas” ganábamos el partido. No pasó. Así como Ovelar se comió una increíble, nos tragamos tres goles que nacen de los errores propios. Sin señalamientos, ya se sabe por dónde pasa el problema: no hay presión en el medio campo (Matías Mier jugó libre, a sus anchas, en el medio campo), la velocidad de la defensa es triste y lo poco bueno que había ya no está. Los suplentes más suplentes no tienen acción, por Carlos López, y no sabemos a qué vino, qué querían de él, con una pretemporada impecable.
El murmullo del estadio fue sonoro, estridente. El mal ambiente que creímos no viviríamos otra vez, regresó. El nerviosismo apenas llegamos fue evidente. Hay un malestar porque Millonarios 2018 es fracaso tras fracaso: eliminados de Libertadores con Sudamericana como premio de consolación; eliminados de esta última porque no se hizo un gol ante el clásico rival de patio; y volando apenas con un ala en la Copa, que permitiría tener un repechaje para ingresar a grupos. Sobre la Liga es difícil recomponer: aún con el optimismo de siempre, ¿alguien puede explicar cómo hacemos para ganar lo que queda, con este nivel tan aterrador? Si tienen la receta, por favor enviarla al Bogotá Plaza.
Posterior al partido, el entrenador, el Don, ofreció disculpas. Muchas gracias: provienen de un señor, un caballero, que sabe cuándo las cosas están mal. Ni siquiera en Rosario Central, el equipo de sus amores, tuvo una campaña tan nefasta como local. Señaló, como es evidente, que hay jugadores que no se comportan como profesionales y competitivos. Si no quiso informar a la prensa quiénes no están en el nivel adecuado, es porque todavía tiene un ápice de decoro y acato por ellos: ese mismo respeto que algunos le negaron cuando, después de una derrota y hablando en el camerino, preferían ver su teléfono móvil antes que ponerle atención al director técnico. Ese mismo respeto que supone que cuando usted levanta una copa, señor jugador, no pide el triple del sueldo solo porque fue campeón. Ese respeto que significa que cuando el entrenador no estaba por enfermedad, usted no se da trompadas con sus compañeros. Así no es.
¿Esta situación se acabará el viernes con el premio de consolación, que es la final de Copa?
Leandro J. Melo C.
Twitter: @lejameco