Millonarios Jaguares Copa 2018

El día después, número 15

El fútbol, tan caprichoso y raro, no permite mostrar la realidad, la verdadera dimensión de los actos dentro del terreno de juego. Dentro de esas distorsiones del tiempo y su aplicación en el espacio, el resumen sería que llegar a los penales era lo menos indicado para pasar a las semifinales de la Copa. Fueron cinco años para volver a estar triunfantes a eso de las 11 de la noche. Se sintió extraño y gozoso, al tiempo.

Hoy, después que Faríñez es el héroe sencillo que invoca a Dios para agradecer y justificar su trabajo como portero, investimos como elegidos a quienes más resuenan, así hagan gestos de reprobación hacia la tribuna. Mirándolos muy definidamente, Barreto ofreció su gol –el empate ante Jaguares– en forma de real bronca. En su trabajo, en su casa, nadie lo insulta antes de abocarse a desarrollar su actividad diaria. Tenemos que aprender a no ofendernos cuando un jugador dedica el gol a quien lo está puteando desde la tribuna que sea. No será el crac del equipo pero Don Miguel confía en él; y si confiamos en el director de orquesta, la sinfonía sonará bien, tarde o temprano.

Esa particularidad, de no explicar cómo pasan las cosas, permitió que Jaguares nos hiciera un gol, otra vez, a la espalda de los defensas: los defensas se pueden llamar Anier, Janeiler, Cadavid o el mismo Matías, pero esa acción es repetida en el esquema de juego de los rivales. Pasa, volverá a suceder, hasta que se corrija. Ensayo y error porque no estamos aceitados. Los disparos al arco volvieron, así fuera en el desorden de Salazar (primero como extremo y luego como volante ocho), en la contrariedad de Macalister, en la confusión de Rojas. ¿Queríamos otro esquema? Ovelar y Hauche, en el segundo tiempo, pasando del 4-3-3 al 4-1-4-1, que nos permitió más exposición en el medio campo, con Domínguez como capo especialista, pero con más verticalidad. Si Hauche no definió en el gol de Barreto, no fue por patear mal, sino por su solidaridad: en tres jugadas anteriores entregó tres opciones de gol para sus compañeros. ¿Volvió el ‘Demonio’?

Al final de la tanda de penales, ellos enviaron uno a la tribuna sur –vacía– y dos a las manos del venezolano: siempre suplente pero tan sabio y entendedor, Ramiro Sánchez, el líder silencioso, y su entrenador de arqueros, le señalaron a Wuilker para dónde iban los cobros de los dirigidos por el ex asistente de Rubén Israel. Casi al terminar el partido, Ayron estrelló una en el palo (la jugada previa es preciosa por el enganche hacia el centro) además de una más desperdiciada. En ese momento, la rareza volvió al estadio: acostumbrados a no perdonar esos errores, la tribuna arropó al otrora goleador y lo coreó con entusiasmo. Nuestro 7, con un gesto de regocijo, de cariño puro, devolvió la mirada hacia la tribuna oriental, puso sus manos en posición de oración, seguramente dijo «gracias» y se golpeó el pecho en símbolo de expiación. Ese gol, el cuarto cobro de la tanda, lo metimos todos los asistentes. Y él también.

Esta hinchada no perdona y tampoco deja de arropar. Así como es hábil para señalar a quien no gusta, aún haciendo goles, también cobija esperanza en aquel que no pasa por un buen momento. Dejó de ubicarse en norte para trasladarse al arco sur y presionar en los penales. Es una masa que brinda cariño pero que desea victorias como local. Es una familia que discute, pelea, se lleva mal, pero que disfruta esos pequeños momentos de satisfacción con abrazos entre extraños, después de un gol.

Próxima parada: Atlético Bucaramanga, en la ciudad de los parques.

Leandro J. Melo C.
Twitter: @lejameco