Cali Millonarios 2022

El día después: Lázaro no revive

Nunca será un partido menor jugar contra Deportivo Cali. La historia no se compone de retazos mal pegados: es completa y se cuenta desde el principio, así otros deseen desconocerla. Le dicen clásico añejo. En ese mismo orden de ideas, algo tradicional no se desvanece en el tiempo. Depende de nosotros mantener viva esa costumbre.

No lo pierdan de vista: se jugó ante el vigente campeón. Hace poco, como si fuera ayer, pudo bordar una estrella en el pecho. Era el último de los tres verdaderos grandes del fútbol colombiano en llegar al doble dígito de torneos ganados. Hoy, febrero de 2022, reposa en el fondo de la tabla liguera. “Estamos con viento en contra”, dijo Dudamel, el maestro de la orquesta azucarera.

Vayan ustedes a saber por qué se abrió el arco justo ayer.

Herazo mandó callar la tribuna. Quedará por establecer si esa mueca era para los locales o fue producto de algún ruido recibido en las cloacas sociales. Índices en los tímpanos para amilanar los silbidos recibidos. Carita de altivez y ceño fruncido. Frente a De Amores, seleccionable uruguayo, se paró directo frente al arco. Si el arquero hubiera aguantado ese balazo, seguro se lesionaría las manos, o necesitaría un TAC cerebral. Cobró durísimo.

Daniel Ruiz jugó suelto, a placer. Dicen “es mejor atajar antes que arrear” pero sin el radio prendido de Macalister, ahí pegadito en la oreja, ese travieso de 20 años, que apenas despunta por la vida, fue el más alegre de la noche, el más lúcido, el general del alto mando de la precocidad. Pudo darse el lujo de hacer expulsar a Gutiérrez, el hueco que Millonarios martilló hasta el hartazgo. Sosa tampoco perdonó: encarador, audaz, furioso, soltó otro remate gracias al sutil y elegante regalo del portero local, previa presión de Vega. Llinás desesperó a Teo y eso también hizo más feliz la noche en Palmaseca.

La brecha que debíamos superar era por la zona derecha de ellos, la izquierda nuestra. Ahí Millonarios pegó más fuerte: con el resultado a favor, manejó a placer y con larguísimo antojo los nervios de los locales. Aburridos, con el sonsonete de “poner huevos”, ellos nunca se encontraron dentro de la cancha. Nos volvimos a encaminar. Prueba exitosa: no revivimos al Lázaro de Rozo.

Alguna vez el poeta Antonio Machado dijo que “solo recuerdo la emoción de las cosas y se me olvida todo lo demás: muchas son las lagunas de mi memoria”. Parece que hemos olvidado momentáneamente que solo tenemos un delantero titular. Que jugamos siempre a lo mismo a pesar que Román fue improvisado como extremo. Negaremos que estuvimos más de 400 minutos sin gol por remate propio.

Hoy volvemos a dejar de lado que nos faltan tantas cosas para ser superiores. Todo eso porque, vaya usted a saber por qué, esos dos goles nos mantienen despiertos para soñar que este es el inicio de la mejoría, de los resultados y de las hazañas que quisiéramos vivir a fin de mes en un torneo esquivo y obsesivo.

Leandro J. Melo C.
Twitter: @lejameco