Millonarios Bucaramanga 2022

El Día Después: la fiesta y el naufragio 

Escribir es dialogar consigo mismo. No todos tienen esa fortuna. Algunos la usamos para contar y darle fuerza a nuestro pensamiento. Acá me regalan un espacio para desarrollar el ejercicio de la opinión sobre algo particular y se expresa en el siguiente campo de la comunicación. 

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Martín Caparrós lo llama «columnismo» y es definido así: << Es, para empezar, una versión particular del periodismo que consiste en no hacer periodismo: no hay que averiguar cosas y contarlas, hay que pensar cosas y cantarlas. No hay que moverse ni mirar ni escuchar; hay que sentarse y dejarse llevar. No hay que hacerle preguntas a nadie que no sea uno mismo; alcanza con hacerse más caso que el que sería razonable. >>

Con base en lo anterior, me dejo caer y en el vacío siento que hay cosas que deseo charlar. Andrés Rey mencionó esta semana el concepto «toxicidad» con Millonarios. Así, estrictamente, no estoy de acuerdo. Uno no puede querer, ni siquiera amar, algo que nos hace daño. Sería mejor dejar de sentir, nunca volver a ese sitio y buscar otra cosa que hacer. Es opinión, nunca condena, apreciado. Además, el Profe Carlos me habló directamente: que esto es el tercer tiempo del primer semestre y que el desayuno ante Pasto necesitó bicarbonato para paliar la mala indigestión que llegó en la noche del sábado anterior. No creo. Ese partido fue similar al primer café tibio de la mañana del domingo siguiente, justo cuando la máquina dejó de gotear. El segundo será mejor, caliente. Y el tercero, delicioso. Siempre con esperanza y paciencia para que sepa mejor.

En aras de la conversación mediante este ejercicio, el columnismo, les quiero decir a mis compañeros e hinchas que si ustedes no tienen algún atisbo de optimismo con este equipo, hago caso omiso de esa idea. Soy pesimista con la dirección deportiva y esa actitud ahora me ayuda para controlar futuros daños. Mis expectativas bajaron de nivel con Millonarios y ellos se encargan, con determinación, de quitarme a veces la buena cara. Eso será por un buen tiempo, pero no para siempre.

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Abandonar la capacidad de asombro ante el futuro que nuestro equipo podría abordar, es algo que sí me dejaría acostado en un sofá al filo de un risco irlandés con vista al picado mar del norte. Suena chévere el plan, pero es deprimente. No lo permitiré. Saber que esto va a cambiar es la razón por la que peleo diariamente, así yo no juegue ni entrene con ellos. Y cuando me asiste un poquito de lucidez en mi relación mental con el club azul y blanco, vuelvo a quedar centradito en mis profundos sentimientos con el azul para seguirme abonando, yendo, viniendo, viajando, así otros que no me importan sufran por mi elección. Porque disfrutar esas cervecitas post partido y compartir con ustedes, aquí en la hoja en blanco, o allá en mi fila I, puesto 60, con mi tintico antes y durante el partido, hace de mi vida una farra semanal más que disfrutable, aún con la posterior resaca de cualquier resultado.

Nos veremos casi siempre en el estadio, amigos y extraños. Asistir a El Campín es mi felicidad por una razón particular. Ezequiel Fernández-Moores la señaló hace un tiempo: << vamos a la cancha para compartir fiestas y naufragios. >> Aquel que se fue nunca sabrá de qué se perdió cuando decida regresar y yo no quiero irme: columnismo diario es saber que necesitamos reacomodar las sensaciones con Millonarios luego de este nuevo pobre ofrecimiento ante Bucaramanga, mediado entre la indefinición del chico Gómez y el agotamiento de la idea del juego bonito. 

Algo nuevo debe nacer. Va a surgir. Es cuestión de tiempo.

Leandro Melo
@lejameco