El día después: la disección de Osorio
En una semana todo cambia. Creamos las crisis. En cierto sentido, las amamos. ¿De qué hablaríamos si no existieran? Buscamos chivos expiatorios. Hoy es Juan Moreno: sin manos, mantequilla, inseguro, niño, ¡vete a la B, coge experiencia en otra parte! Y así. Nos pasamos el tiempo arrugando ante el proceso exigido tiempo atrás. No hay coherencia en el discurso. No existe. Todo es inmediato, para ya, sin descanso, frenético.
Salimos mal librados por jugar horrible. De las alabanzas previas, del Millonarios que presiona arriba, valiente y determinado, pasamos al escarnio público ante un rival en crisis. Ellos se van con un empate merecido y con una semana de tranquilidad en Cascajal. Los visitantes tienen un técnico extraño, raro, huraño. “El loco ese”, “el recreacionista”, nos metió en arco propio. Juan Carlos Osorio vino a diseccionar un rival estudiado con acorde profundidad: nuestro sistema nervioso y circulatorio fueron expuestos. Quedamos desnudos.
Partido grande sin posesión de balón y sin dominio del partido. Es la segunda vez que pierde en ese ítem: ya le había pasado como local frente al Huila. Compartió 50% con Medellín. En esos dos encuentros anteriores, salió airoso, ganador y reforzado. Anoche adoleció ante la escena de la tribuna: teatro pirotécnico, banderas agitadas, cantos unísonos. Hubo una fisura en el estilo del Maestro Gamero: se jugó feo y se compitió a media máquina.
Fernando Uribe seguirá pateando los penales como corresponde. Error perdonable. No le faltará autocrítica y tiene ganas de revancha. Él conoce la adversidad. La ha visto a los ojos. Ha jugado con ella. No será carcomido por el desliz ante Novoa. Aprenderá. Volverá al gol.
Hoy somos como Macalister regalando, por intermedio de su hijo, la camiseta a otro niño embajador: masticando la bronca por el resultado, caminó hacia oriental con evidentes pucheros de rabia y malestar. Él sabe cuánto pesa un mal resultado. ¿Cómo nos olvidaremos de todo esto?
Fácil, sin presión: hay que ganar el próximo clásico de Bogotá.
Posdata: ¿fue una buena fiesta, Emerson?
Leandro J. Melo C.
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