El día después: kilómetros y pasos
Una de las formas de control social es el relojito que cuenta los pasos y vigila la actividad física. Si usted se encuentra muy sedentario, el mismo aparato se encarga de vibrar, alto, para moverse y así dejar atrás el anquilosamiento en la pereza. En últimas hay que sacudirse porque no todo puede ser serenidad y orden.
Aunque el abolengo de Millonarios obliga, empero que durante 20 fechas jugó bien, empató sin merecerlo otras tantas y perdió partidos tocando el balón de un lado a otro, hay que hacer una claridad sensata: a partir de anoche debe olvidarse eso de ganar “70-0”, como leí en Twitter. Esa veintena de anteriores encuentros nos dieron algo invisible y nos permite trepidar al filo de la cornisa. Podemos darnos el lujo, como anoche, de ser rácanos en este tipo de batallas.
Los anteriores días de descanso del equipo trajeron más respiro a una nómina corta. Pero, a su vez, quedé perplejo como ustedes y por pasajes, porque esa relajación le dio un cariz extraño dentro del terreno de juego. No pareció normal ver un equipo que con 60% de posesión no hiciera más daño en el arco contrario. Entiendo a la perfección el sentimiento del fanático cuando pide más goles, como lo hizo anoche. Soy fan de Ángel Cappa, Juanma Lillo y el Flaco Menotti, pero no tengo un pelo de pendejo: no había que ganar como fuera, porque no existe tal cosa, sino propender por salir victoriosos, detrás del argumento aclamado balón, con la solidez en la angustia de los minutos finales por un marcador tan corto y con la suma de la pesadumbre ante la impotencia por dejar de marcar más anotaciones.
Era imperativo ganar: punto final. Ya estamos grandes para florituras y obviedades. El 1-0 me sirve, me alienta, me pone contento y me regala una buena semana. La última final que disputamos se jugó con grandiosa elocuencia futbolística. Y la perdimos. ¿Qué creen que voy a preferir si aplico el antónimo a la frase anterior?
Mira aquí las fotos de la victoria.
Hemos marcado la distancia entre unos y otros puntos. Sabemos hacia dónde nos tenemos que mover. Lo intuimos. Lastimosamente no tengo el dato de cuántos kilómetros corrió el equipo para salir airoso en el primer partido del cuadrangular. Pero sí tengo claro que yo avancé 358 pasos entre las 4:57 AM y las 7:18 AM del pasado 19 de mayo, para entender esta frase de L. Frank Baum: “si caminamos lo suficiente, alguna vez llegaremos a alguna parte”.
El reloj dejó de sonar con su clásico tic-tac: ahora simplemente se dedica a contar, es frío, entrega datos y marca el compás de la espera dentro de la ingravidez.
Leandro J. Melo C.
Twitter: @lejameco
También te puede interesar el «Con Cabeza Fría» del profe Carlos Martínez
Pingback : Con cabeza fría: lecciones – Mundo Millos