Bucaramanga Millonarios 2022

El Día Después: en conexión con Riazor (nos volveremos a levantar)

Tengo una camiseta del Deportivo La Coruña, ajada y vieja. Hasta la marca del sponsor se cayó. Tiene seis franjas, tres azules y tres blancas, gruesas. Todavía la siento preciosa, aún en su degradación natural. Me enteré que el pasado fin de semana ellos no ascendieron a Segunda A, que sería una tercera división: divagan, allá en categorías inferiores a su abolengo desde 2011. Dicen que este año fue un campañón y Riazor estaba expectante por el resultado final contra Albacete: perdieron 1-2 en casa en el último suspiro de la temporada. Con su gente. Algo similar nos pasó a nosotros, a Millonarios, así nuestro feudo fuera un fortín en 10 de 20 fechas y en el que apenas ganamos una vez de tres como locales en el cuadrangular.

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Ayer nos encontramos viendo un partido que no significó mucho para algunos, aunque para otros es la vida entera. Fue uno de esos cotejos que se debía jugar para marcar otra equis en el calendario y que marcan el epílogo del fixture que con anhelo alguna vez esperamos en enero: el de las cuentas, partidos ganables y hasta empatables. Perdibles, jamás, porque en nuestro lenguaje repetimos el sonsonete «¡hoy hay que ganar!» Este último periplo del viacrucis de la semifinal llegó hasta Bucaramanga, con «¡olé!» en el inicio del segundo tiempo, la punzante aplicación de la ley del ex por partida doble y dos palos propios. Mejor dicho: todo terminó al final sin la final.

Nacho Carretero, periodista y escritor español, es hincha del ‘Depor’. Él citó en Twitter la imagen (de @nembargantes11) de una gigantografía donde los jugadores del equipo saludan de frente a sus seguidores y en ella se inscribieron las inmensas palabras «nos van a ver volver«. Pero ahí no está el misterio: en esa misma foto que acompaña la promoción de este artículo en @lejameco, hay una niña o un niño. De espaldas a la cámara que la (lo) retrata en la calle, también alza sus brazos, como sus jugadores, y se muestra conmovida (o) con esa pieza de afecto público: ese pequeño ser nos recuerda nunca bajarlos. Jamás. Ellos no lo harán en Riazor ni fuera de él. Nosotros no lo haremos en El Campín, ni fuera de él.

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Yo quiero vivir como ese párvulo que aún se ilusiona en la derrota, que aclama el fracaso porque lo entiende a tierna edad y sabe que hay una conexión profundamente especial con un equipo de fútbol, como la que ustedes y yo tenemos con Millonarios. Nos reflejamos diariamente en él, me veo en él, porque aún con el desacuerdo hacia sus cabezas administrativas, en nuestra mente es más grande el ideario de la gloria pasada, de los pedazos rotos que debemos recomponer mediante el aliento en la tribuna y, cómo no, la búsqueda imaginaria de las copas que nos faltan por disfrutar.

Renuevo mi fe todos los días y justo ahora no la voy a perder. Mi equipo azul y blanco, malogrado, cansado, tan drenado mentalmente, que juega bonito y tiene menos goles de los que realmente merece, algún día tendrá recompensa. Hoy, con mucha lástima y debemos asumirlo, se queda sin premio siendo uno de los mejores. Los ‘Riazor Blues’, el grupo de fanáticos más grande y aguerrido de ese equipo costero español, ya le dijeron a su escuadra «estamos con ustedes«. Y ustedes, lectores, lectoras, ¿están con Millonarios? ¿Quieren ser como esa niña, ese niño, que no baja los brazos? Yo, sí. Siempre. En julio, ahorita nomás, los vuelvo a levantar. Nos volveremos a levantar.

Mira aquí la crónica del partido.

Adenda:
Estoy atravesando un ciclo personal muy profundo y Luis Gabriel Jiménez me sigue prestando este espacio que atesoro como el único incunable de mi biblioteca: ¡gracias, Mechu! Y a ustedes, acompañantes, les doy gracias de esta forma: en el podcast «Saludos Cordiales» encontré esta frase que les habla directamente: << chicos, de verdad: os agradezco las felicitaciones, pero esto es una mierda >>. Que ella me sirva como abono para la próxima cosecha. 

Leandro Melo
Twitter: @lejameco