El día después: ellos ganaron desde el pasado
Como no nos gusta leernos en la derrota, porque ella es muestra de la debilidad a la que nos vemos expuestos diariamente, aunque sea bastante esclarecedora, intentaré ser breve.
La facilidad para encontrar las razones de la debacle en este tramo de la Liga, demuestra que Millonarios, a la luz de los resultados, no sabe contener presión y no puede mostrar modo de ganador. Sí, los ausentes como Ruiz y Gómez pesaron profundamente con su ausencia. Pero eso no es excusa: ese es el efecto indirecto del éxito efímero. Hoy nada los justifica: si un equipo que controla el balón, no es capaz de domar su propia superación, tampoco tiene derecho a un dulce llamado “clásico capitalino”. Se hace más que exigente saber cuándo y dónde perdimos la confianza en las victorias, esas de las que nos jactamos con mucha frecuencia. No es preocupante que haya o no autocrítica, o que Don Alberto salga a contar que no le hará una “tormenta” a sus jugadores por los últimos acontecimientos y salidas. Eso es lo menos importante. El real asunto es esta sencilla sensación: no sabemos convivir con las victorias y parecemos mareados ahora que acariciamos la cima. Última cosa sobre la tolda azul: olvidaron que el otro entrenador salió a ganar desde el pasado.
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La razón por la que Santa Fe fue capaz de pasarnos por encima y superarnos tres veces, está en la retrospectiva reciente. Desde ese sitio, Alfredo Arias supo encontrar la vuelta a un discurso que, manipulado o no, para nosotros era veraz: ese que rezaba “nos quedaba pequeña la Liga”. Cuando lo dijo y después de repasar una y ene mil veces ese corto vídeo, aún con su olvido del día del encuentro, se pudo notar que había algo más. Era fuego interior, rabia contenida y la extraña insurrección que tienen los uruguayos, para quienes pocas cosas son imposibles. No es garra, mucho menos mística: es simple convencimiento. Ese señor no será un mago de la táctica ni Guardiola redivivo, pero esa noche que declaró lo hizo con la firme intención de salir ganador desde antes de jugar el derbi de ciudad. No se amilanó ante el mejor. Al contrario: subyugó al todavía dominante equipo de la tabla. Celebró como quiso, se paseó orondo por occidental y con sus puños apretados, batiéndolos casi con indignación, pudo dormir más que tranquilo. De paso, sus jugadores quedaron transformados y rejuvenecidos con esos tres puntos, los que ahora nos parecen inalcanzables en esta vereda.
Serán largas las cosas recientes hasta que nos volvamos a reencontrar con lo antiguo, a ver si mediante ellas tendremos algún próximo y feliz destino.
Leandro J. Melo C.
Twitter: @lejameco
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