Millonarios Envigado 2019

El día después: el juego de la paciencia

El viejo refrán reza que “en el desayuno se sabe cómo será el almuerzo” y por lo visto ayer en el Nemesio Camacho, la cosa pinta rara y nada tentadora.

Del juego mostrado por Millonarios podemos discutir horas interminables y forjaríamos palabras extensas, haríamos una perfecta mesa redonda llenas de conceptos sobre el porqué de una derrota tempranera, cargada de imprecisiones a la hora de entregar el balón, pero sobre todo podríamos llamar a un psiquiatra para que nos explique dónde fue que se perdió parte de lo construido tiempo atrás.

Con los ahorros obtenidos el primer semestre diríamos que no tenemos bastiones importantes en el equipo, algunos lesionados y otros cuantos más en proceso de recuperación. Llenarnos la cabeza de teorías conspirativas no es la mejor ayuda para ese profuso bache que tiene el equipo: ni Matías de los Santos tiene la culpa porque no jugó y porque sencillamente se va con rumbo para Argentina. La pareja de centrales, novedosa y novata en estas lides, no ofreció suficiente resistencia en dos embates de Envigado, que llegó, pegó, vino, vio y venció al otro debutante, el ex portero del equipo enfrentado anoche.

El medio campo, que tanta seguridad nos entregó el semestre pasado, fue poco áspero y bastante ingenuo para tratar de contener las ideas de Alexis Zapata, muchacho con buen pie, que prefirió irse de Millonarios al ver que Russo no lo tuvo suficientemente en cuenta en su paso por el embajador. Con un acondicionamiento físico especial recibido en la capital antioqueña, quiso volver a tener un poco más de cariño y solo eso, además del tiempo, le bastó para salir figura y reemplazado cuando Millonarios, con un hombre más, no pudo dilucidar el bus parqueado por Eduardo Lara.

Ya que Marrugo no está, y con Montoya lesionado, Macalister tiene la responsabilidad del toque sutil para filtrar ese balón necesario para aprovechar la velocidad de Lasso: no llegó y no apareció aunque mejoró en el segundo tiempo. Ese fantasma, del que se fue y el que no está, parece hacer mella en un equipo que no goza de ideas. El 1-2 llegó en jugada preparada desde el costado oriental antes de acabarse el primer tiempo: José Luis Moreno pecó, rezó y empató con ese gol; aun así, no fue suficiente para retina de muchos hinchas y ya carga con el INRI de la desilusión. Por Hansel Zapata se debe afirmar que le costó salirse de esa zona extrema a la que fue sometido: solo él pudo desequilibrar por algunos pasajes, tirándose al medio, generando algún tipo de conexión, pero salió reemplazado por Carlos López, quien ya está en etapa ni fu ni fa.

La manija del equipo todavía la tiene Jorge Luis Pinto, o eso es lo que queremos creer. Él no solo debe hacerse cargo de la interpretación del partido sino que es imperativo saber gestionar un resultado adverso. No debe ser fácil para un ganador como él sentarse en la rueda de prensa para hablar de la salida de un jugador que hace parte del activo del club, antes que hablar del rendimiento sobre la base del resultado. Nuestro técnico tiene oportunidades y las debe aprovechar, pero el material humano para el alto rendimiento deportivo es bastante menor en categoría para este segundo semestre.

El estilo sigue, la idea permanece, el concepto sigue adelante, ¿pero alguien tiene más repuestas? Una última pregunta: ¿qué tanta paciencia tendremos?

Próxima parada: un Once Caldas perdedor en la primera fecha, como nosotros.

Leandro J. Melo C.
Twitter: @lejameco