El día después: el final del autoritarismo
El mundo contemporáneo está viviendo una catarsis por cuenta de procesos sociales, violentos o electorales, que responden ante las necesidades del cambio obligatorio en el paradigma impuesto. Nos centramos en el ‘yo’, específicamente en la visión personalista: “yo puedo”, “yo quiero”, “yo hago”. Sin embargo, alteramos de forma consciente una parte del sistema mundial cuando nos ponemos de acuerdo en temas relevantes: feminismo, igualdad, animalismo, equidad, paz, ecología. Y también tenemos consenso en otros momentos que son de pleno esparcimiento que preceden a la igualdad en la diferencia: la televisión, el periodismo, la sexualidad y, por supuesto, el fútbol.
Quiero contemplar con los ojos del periodista el agua que ha pasado debajo del puente, en este año de Millonarios, el 2019, para colmo el final de la década. Con sombría tristeza encuentro que estamos casi en el mismo punto de partida que años anteriores: el 2009 nos despedía sin títulos, con problemas financieros y una nómina bastante decorosa (siendo laxo). Reviso con pruebas tantas cosas que me conducen a pensar que el trabajo, el ciclo, el momento de la “catarsis”, tiene como culmen el final de la era Jorge Luis Pinto.
No voy a negar lo escrito con anterioridad: de él solo tengo palabras de admiración porque gracias a su manera de ver el fútbol entendí más de un sistema táctico que no había visto con detenimiento. Agradezco que haya sido tan pasional en sus declaraciones, algunas al borde de las lágrimas en programas de risas, evocando su pasado santandereano, su infancia feliz. También abrigo con nostalgia esa rebeldía que lo llevó a ser considerado como intocable cuando alguien lo llamó en la noche para amenazarlo. Entiendo que esta es la tercera vez que pasa por nuestra institución y que profesa un especial cariño por ella; en este año, peleó por nosotros ante la Comisión Arbitral, no se doblegó ante un jugador que le llamó “llorón” y más de una vez sentó en su sitio, con más de mil partidos encima, aquellos que dicen ser mis colegas pero juegan a ser técnicos con preguntas llenas de “sensaciones”. Aún con todas esas grandes cualidades emocionales, no fue suficiente llevar a feliz término la misión última: salir campeón. En el fútbol, el resultado es dictadura.
Si reviso todas estas últimas cosas escritas, entiendo que él no vino bautizado respecto de sus consabidos pecados del pasado. Esa manera tan personalista y autoritaria en la conducción de un equipo de fútbol nos tiene acá varados, con 15.000 millones de pesos menos en las arcas de Azul y Blanco más Amber: no tenemos semifinales, tampoco Libertadores en repechaje y, si acaso, con Sudamericana, que no era el real objetivo. Seguro que la culpa no es exclusiva de él y quiero ser vehemente: acá todos tienen culpas, entre directivos, jugadores y cuerpo técnico. Siento que ese modo mandón de conducir nuestra pasión hace que algunos sientan nostalgia porque añoran la disciplina en método de violencia simbólica, con la que trató a sus dirigidos. Esa férrea manipulación de la plantilla hizo que alguno de ellos hablara al teléfono con Gabriel Meluk, bajo el válido método de “fuente protegida”, para que él como periodista pudiera denunciar los malos modales que expresó ante sus compañeros de trabajo (porque al final eso son, compañeros y nadie debería estar por encima del otro).
Nosotros, los que descreemos el cuento del autoritarismo, no podemos llamar a esos nostálgicos de Don Jorge Luis “las viudas”: ellos quieren que no abandone el barco y que nos siga encaminando en un proceso que, hasta el momento, era digno de admirar. Cómo no lo van a extrañar si apenas empezaba octubre y se recuerda con orgullo esa estadística que leí el primero de este mes. Millonarios había sido dirigido por él en 39 partidos de liga, con 22 victorias, 10 empates y siete derrotas; se habían marcado 57 goles y solo encajado 35, con diferencia de +22. El rendimiento era del 64,9% y estaba lejísimos en reclasificación, ostentando el 3er puesto en la Liga 2019-II. Cifras de @azzurromillos, para no plagiar.
Después de esos mágicos diez meses, hoy, treinta días después, vemos que el barco naufragó de forma estrepitosa y se llenó de rumores, chismes, conversaciones con selecciones nacionales, mala relación con el departamento médico (“porque apuraba los tiempos de recuperación de los lesionados”, en palabras de la fuente de Meluk); permanentes pucheros de jugadores referentes, señalamientos hacia un dirigido sancionado por tarjetas amarillas; ‘players’ en bajo rendimiento aun siendo solicitados por él antes de iniciar cada temporada, malas decisiones estratégicas cuando ingresaba o salía un intérprete y peores reacciones cuando el equipo se veía apenas con el tanque justo en la parte física. ¿Ya hablamos de su soberbia con la prensa? Sí, ya está escrito.
No sentiré nostalgia por la partida de Don Jorge Luis y anhelo que este ciclo, que curiosamente termina cuando hay final de década, sea el inicio de la reparación urgente en una relación que está rota y apenas invita a mirar el futuro inmediato con el rabillo del ojo. Habrá un espacio temporal, que no es otro sino esperar más de 10 partidos externos, donde pulula natilla, whisky e iluminación en la noche de velitas. Llegará ese periodo donde, personalmente, me aburriré hasta el hartazgo aun con alcohol. Serán momentos para hacer nuevas promesas personales que aspiraré romper, sabiendo que no las podré cumplir, como la mentada afirmación “el próximo año sí hago la dieta”. O en palabras del millonariense Ricardo Silva Romero en ‘Cómo perderlo todo’, llegará “(…) la resaca de la Navidad, que es la peor manera de darse cuenta que la vida sigue igual”. Ojalá nada siga igual, yo no quiero que esto siga igual.
Me dolería si esto persiste porque siento que esta realidad se puede cambiar, justo cuando iniciamos el final del año, así todo quede condensado en una vaga promesa. No me gusta el autoritarismo y ni Millonarios ni mi país deben marchar así, ni desde el banco técnico, ni desde los que dirigen los destinos del Estado. Le deseo muchos éxitos, profesor Pinto: no cargaré jamás odio contra usted o contra alguien, ni siquiera desprecio, que es el peor sentimiento que tengo hacia un ser humano. Tampoco le pediré que cambie porque no me interesa: allá usted si cuando vuelva a ganar no tenga con quién abrazarse, como le pasó en un Mundial de Fútbol, al que yo nunca he podido ir. Usted sí.
Quiero pensar que no estoy solo en este lío emocional. ¿Quién es “mi único héroe en todo este lío”? La cereza: tampoco le pudimos ganar a Santa Fe. Puta vida.
Leandro J. Melo C.
Twitter: @lejameco