El día después: dar y recibir
Gócelo. Grítelo. Cántelo.
Millonarios, a falta de la jornada dominical, es líder del torneo local. No hay mayor reparo ante el equipo que hace goles y gana partidos, así hayan arandelas importantes para reparar en ellas.
José Guillermo Ortiz nos tiene exultantes. ¡Ah, qué puta alegría tener un delantero goleador! ¡Cómo nos hacía falta ese bálsamo del gol! No da ninguna pelota por perdida, genera espacios, es dadivoso en su forma de jugar. El tico es agradecido con sus compañeros: tres goles, tres abrazos, tres “gracias compañeros por sus pases”. Se fundió en cariño con Banguero (previo pase de Barreto), con Zapata (anterior viveza de Duque) y con Macalister en ese soberano cabezazo para el 3-1.
Ortiz no es tribunero: señala el escudo porque se quiere comer nuestro mundo azul, nos quiere generar alegrías, pero no lo besa y no arenga la tribuna. Sabe que con trabajo nos tendrá rendidos a sus pies. Lo observarán con reojo desde otros equipos, le pondrán doble marca (como pasó durante largos pasajes del segundo tiempo ante Equidad) y aun así, se seguirá moviendo como pez en el agua, como cazador en la selva, como ciclista en la montaña. El balón firmado es de él, así como los premios y reconocimientos postpartido.
Dejando de lado el júbilo, solo por un momento, ya sabemos que la defensa es un colador dañado. Cuatro balones al área pequeña bastaron para que dos fueran goles de la visita. Con poco nos hicieron daño, desdibujando el esfuerzo del ariete. Entiende Jorge Luis Pinto, a manera de autocrítica en la rueda de prensa, que esas mismas anotaciones fueron hechas varias veces en partidos anteriores. El técnico no encuentra el elemento patógeno para fallar tanto en defensa, así como los médicos no hallan la razón de la hospitalización de Fabián González Lasso.
Si el andamiaje defensivo falla, se suple con táctica. Cinco jugadores en el medio campo para contrarrestar los embates de Equidad que, con poco, llegó al área y con suficiencia. Faríñez, comprometido en el segundo gol, no es intocable y tiene responsabilidad, pero sus compañeros deben hacerle la vida más fácil. Ya sabemos dónde están los errores: a seguirlos corrigiendo porque son continuos y casi desesperantes.
La curva de aprendizaje de Millonarios tomó mayor amplitud con Ortiz. El equipo se asienta más en la forma táctica (probó con el 4-2-2-2, con resultados alentadores), abandonando el clásico 4-3-3 que le había dado mejores efectos hasta el partido con Jaguares. El libro táctico de Pinto es inagotable, jugamos a otras cosas y es más importante el armazón de juego antes que el estilo. Hay mano de director de orquesta: tocó notas claves para meter tres goles, aunque se encajaron dos.
Ortiz nos demuestra que puede dar y es hora que reciba. Nos regala goles: es hora de darle tranquilidad para que esas dianas valgan lo suficiente. Los goles, al final, se deben transformar en serenidad para terminar cualquier partido. Ortiz nos enseña que cuando hay hambre, se nota. Jaramillo nos enseñó que cuando hay comodidad, se desperdician penales.
Próxima parada: partido bravo contra Deportivo Cali en el Nemesio Camacho. El clásico añejo.
Leandro J. Melo C.
Twitter: @lejameco