Millonarios 2022

Con cabeza fría: Tiempos violentos

Una traducción malísima del nombre de una de mis películas predilectas de Quentin Tarantino retrata mi reflexión sobre el calendario azul. A estas alturas, al momento de escribir esta columna, estamos a supuestas 72 horas del juego de ida por Copa contra Medellín y aún no hay información oficial por parte de la División Mayor del Fútbol Colombiano sobre el horario del mismo.

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El sábado criticaba en mi cuenta de Twitter el manejo que le dio Millonarios a la contratación de Juan David Torres: ni nota en la web, ni trino ni ninguna publicación en otra red social mereció el nuevo extremo Embajador; algo digno de reproche para el Departamento de Comunicaciones del Club. Y ahora pareciera que la Dimayor copia el modelo y, al igual que parecimos acostumbrarnos en casa, hemos conocido por voces no oficiales el calendario que nos espera, incluso con una cancelación y el adelanto de una fecha.

Esto no es un torneo de banquitas -una de las peores versiones de este bello deporte- en el que pocas horas antes del pitazo inicial se conoce el rival y se acomodan los ‘GuayiGol’, las medias hasta la rodilla y se calienta con el «piedra-balón». El año lectivo apretadísimo por cuenta del Mundial en Catar pone un grado mayor de dificultad a los cuatro semifinalistas de Copa. Y el equipo capitalino tiene que pensar en recuperar, entrenar y volar a Medellín, para luego jugar, volver a Bogotá, recuperar, entrenar, viajar a Palmira, trasladarse casi 3 horas a Tuluá y, después del partido, otros casi 180 minutos por carretera para buscar su vuelo a casa. Y seguir la maratón.

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Ante estos tiempos violentos, apremiantes y afanosos, la exigencia ya es más que suficiente como para que no contemos con comunicados oportunos y asertivos del ente regidor del fútbol en el país para que el profe Gamero, los muchachos, los medios como el nuestro que cubren al equipo, y hasta los hinchas que lo acompañan en todas las canchas, preparemos con un ápice de decencia los trayectos y las vicisitudes que cada semana trae consigo. Esto es fútbol profesional, señores. No una liga aficionada donde se tengan que colgar en una cartelera los oncenos y la hora de hacer rodar la pelota.

La fuerza en los golpes y rebeldía de Butch Coolidge, el dominio implacable y sereno de Marcellus Wallace, las reacciones rápidas ante las emergencias de Vincent Vega, y hasta la suerte de Jules Winnfield para salir inmune a un ataque. Todas, las virtudes que nuestro DT y sus dirigidos, que los hinchas y el Club necesitaremos para afrontar este resto de año. Porque desde la cabeza parece no haber deseo de dar tregua y siguen creyendo que los jugadores son máquinas y no deben programar sus descansos físicos y mentales, como bien don Hernán Torres ha sabido denunciar.

Carlos Martínez Rojas
@ultrabogotano