Millonarios Boyacá Chicó 2023

Canto de gol: paro bogotano

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Me pasó lo mismo que a una hincha llamada Johanna: asistí a oriental a ver a Millonarios con una persona muy importante, dejando atrás deudas y problemas y especias propias del mundo real, para por 90 minutos más la adición enfocarme en el pasto y la pasión desenfrenada que despierta ser hincha albiazul.

Pero no era un miércoles típico de fútbol nocturno. Era el día de clasificarnos anticipadamente y con tranquilidad. Era una victoria que en las casas de apuestas no pagaba mucho, porque Millonarios tenía que ganarle al 18 de la tabla -¡imposible si no!- Y todos llegamos al Campín con una ilusión que se veía arrugada y se puso en duda por un paro de un gremio que tiene más manzanas pichas que sanas, y que colapsó la vía principal por la que volvemos a casa cada semana.

Y con todo en contra, con los dolores de cabeza amarillos que sólo van a donde les sirve y cobran lo que a bien les parece, hasta con un conciertazo de vecino contiguo al parqueadero, diecisiete mil personas llegamos a cumplir la cita. Una que no sólo se aguó por el frío terrible que nos tiene a varios hoy disfónicos y trasnochados, sino porque jugamos un partido inadmisible para un campeón enfrentando a un huésped habitual de la B, que sin pelos en la lengua lo podemos decir, nos iba untando la pelota y la cara desde su tranquilidad y en ausencia de la nuestra.

Nuevamente me la hizo Millonarios: la semana pasada les rogaba a los muchachos, al profe y los dioses que ganaran contra el próximo viajero a la segunda categoría del FPC. No me importaba el marcador abultado o llano, quería que Sarita sintiera la felicidad de ver a Millos ganar después de cinco horas de ida y regreso desde y hacia Tunja. Anoche mi madrina, mi prima y mi segunda mamá visitaba por primera y tal vez única vez el Campín con sus 70 años, antes de irse del país. Solamente una victoria pedíamos, medio a cero si tocaba -como aquel juego que con las mismas palabras celebró Tito contra Junior- para despedirla de nuestra Bogotá.

Pero hubo paro de taxistas y de fútbol. Hubo un paro que jodió la movilidad de los capitalinos, y uno de remates al arco en 50 minutos y algo más que aún no tiene explicaciones tan lógicas. Hubo un paro de trabajadores que ante la competencia rompen vidrios y hacen paseos millonarios, y uno que nos hizo rascar los ojos y preguntarnos si sí era a Millonarios el equipo al que estábamos viendo. Hubo un paro de un gremio que en lugar de trabajar por la ciudad nos sigue dando razones para omitirlo de nuestra selección en movilidad; y uno de un equipo que amamos y seguiremos amando, pero que nos hizo regresar a casa sin la felicidad y el brillo en los ojos del que Jhon Mario reconocía era menester regalar, de quien se pone la camiseta azul para los enamorados que lo vamos a ver.

El canto de gol para (tratar de) pasar la página  y añorar el regreso del verdadero Millonarios la semana entrante es ‘All My Loving’, de los Beatles: https://youtu.be/TSpiwK5fig0?si=uLiM8HQmFuM7uf4n o https://spotify.link/WcWSzUU7cEb

Carlos Martínez Rojas
@ultrabogotano