Millonarios Peñarol 2023

Canto de gol: bitácora del amor

5:25 am: Un bus madrugador que me llevara al aeropuerto, antes de que todo se pudiese complicar por cuenta de la hora pico. Todos igual iban ya atiborrados de pasajeros, en una ciudad mundialmente criticada por el afán de madrugar tanto. Pero la prevención surtió efecto y en la sala de abordaje no tuve mayor inconveniente.

7:35 am: Cerca de 50-70 hinchas de Boca Juniors se iban reuniendo para la conexión que los llevaría a Pereira; allí nos cruzamos su superioridad y ego con mi animadversión por el club en sí, pero con el respeto de reconocernos los escudos y la historia de cada uno, saludándonos y preguntando por los partidos de cada quien. Un vuelo muy tranquilo, una barra de cereal que a una aerolínea no le duele regalar a sus contribuyentes y un aterrizaje sin complicaciones.

10:00 am: El destino y el clima eran otros. La mañana de Bucaramanga, particularmente calurosa, y el cambio de camisetas para tratar de mantenerme fresco, necesario. Camilo, el conductor que me llevó a Piedecuesta y me regresaría al aeropuerto en la tarde, me advirtió que la zona alrededor del estadio Villa Concha se volvió muy insegura y plagada de impunidad, por lo que me sugirió llevarme directamente al estadio para evitar “deambular y dar papaya». Sin embargo, tuve la fortuna de disfrutar un paisaje muy bonito y celadores que estuvieron prestos a ayudarme con agua, electricidad y seguridad, justamente, impidiendo que un par de ladrones que se colaron saltando el muro del arco norte hiciesen de las suyas.

12:00 m: Armando fue uno de los oficiales que conocí y me colaboraron en los ingresos a los estadios siguiendo a Millonarios. Charlamos de la precariedad en Floridablanca y cómo las instalaciones en Piedecuesta eran mucho más favorables. Más agua para combatir el calor, un par de fotos con los hermosos guardias caninos y el arribo de las Embajadoras, con quienes nos saludamos en un aire ya de despedida, pero de gratitud por reconocernos en cada cancha; un abrazo con Lina Gómez y Álvaro Anzola, dos seres humanos inmensos que me dejó este semestre de periplos.

3:00 pm: Listos para iniciar transmisión, apuntes, nóminas, matemáticas y agua, mucha agua que muy amablemente un colaborador de Millos, encargado de cargar las maletas y ayudar con la logística en los dos partidos jugados en Santander del «año», me llevaba cada 15-20 minutos. «Para Mundo Millos», me decía lanzándome una botellita que apaciguaba la garganta después de cada comentario. También compartimos con los periodistas locales, reconociéndonos desde nuestro encuentro en el Álvaro Gómez Hurtado y diciéndonos ellos «Los esperamos en la final, Millos», augurando la suerte de azules y petroleros y una de las posibilidades en el fútbol masculino.

5:10 pm: El sueño no se cumplió, todos salvo el resultado más complicado de darse se pitaron y las jugadoras se quedaron en la cancha, sentadas y en una charla autocrítica pero tranquila y resignada. Todas excepto Marlén, que jugó de nuevo en la “tierra toche” pero defendiendo la camiseta azul y hablaba mucho con una amiga que presentaba a todas sus compañeras, y Karen, la heroína de la jornada, que tenía su propia barra en el sector de oriental y a quienes les regaló una asistencia de gol, «dos» penales atajados y una tarde sencillamente inolvidable para ella, para ellos y para todos los que estuvimos en la cancha. Sus agradecimientos a nuestro equipo por siempre acompañarlas y sus lágrimas cuando contestó nuestra pregunta en la rueda de prensa hablan por sí mismas.

5:35 pm: En la puerta del estadio me recogió Camilo, dejando atrás al staff logístico, a Armando, al «utilero» de Millos en Santander y al bonachón y muy gentil celador que tanto me ayudaron. También quedarían atrás las charlas con Sara, con ‘Tefa’, con Marlén y con Natalia, con quienes nos dimos un «gracias por todo» y un «hasta luego» que no sabemos si será un adiós. Volar por la autopista, esquivar trancones, grabar una inusual cápsula y hacer todos los esfuerzos físicos y logísticos para abordar antes de las 6:20 pm y no perder el vuelo que me llevaría de regreso a casa para ver el partido continental en Bogotá.

6:40 pm: «Informamos que por fallas en la iluminación de la pista de aterrizaje en Bogotá el vuelo se proyectará para las 9:30 pm». Desilusión, impotencia, un poco de rabia pero más resignación por no poder lograr el objetivo de la maratónica jornada imaginada y proyectada. Intenté vender mi boleta sin éxito, y seguido al común «por algo será» llegó corriendo un funcionario de la aerolínea a avisar que podíamos abordar, pero que el vuelo saldría a las 8 pasadas. La ilusión revivió.

8:55 pm: Un salto dentro de un taxi que me reuniera con mi familia y mis amigos en nuestro hogar mancomunado se vio en El Dorado. Me perdí el golazo del ‘Curioso’ Arias, por supuesto. Y en el segundo filtro escuché la explosión de los hinchas con el autogol mientras pasaba el QR por la máquina. Los abrazos y la alegría de todos al verme y no saber cómo lo logré, más el riendazo furioso de Lucho Paredes pagaron toda la carrera, todos los esfuerzos, la lavada y toda la extenuante pero feliz experiencia de un 23 de mayo de 2023 inolvidable, a costillas de Millonarios y de compartir con Mundo Millos y con ustedes esta pasión inexplicable por un club de fútbol.

El resto de la crónica y cómo sobrevivieron la noche -mejor descrita y sufrida por todos y cada uno de ustedes- más las recomendaciones de una canción como canto de gol para acompañar lo que viví, serán de mi parte leídas con gusto y como sugerencias en mis redes sociales. ¡Simplemente te amo, Millos!

Carlos Martínez Rojas

@ultrabogotano