Terminó la defensa del tÃtulo
A los diez minutos, Santa Fe ya ganaba el clásico. Lo ganaba porque salió a jugar el partido como tal, mientras que su rival, el rival de siempre, estaba dormido en la cancha. Por un instante de tiempo, como de unos 80 minutos, pareció que el equipo que peleaba por clasificar era el rojo y el eliminado era el azul.
A Millonarios ni el gol en contra, ni el aliento de su afición que llenó tres tribunas distintas lo despertó de su letargo. Por el contrario, FarÃñez era el ángel Salvador de los Embajadores parando ataques cardenales, manteniendo a los azules con vida en el partido y en la Liga. Pero en materia ofensiva era la nada misma, ni un remate, ni una aproximación.
De otras ciudades llegaban noticias: al Caldas lo estaban aplastando en Barranca y América le empataba a Equidad en Cali. Con esto ya no era ganar, sólo se necesitaba un gol para clasificar porque el empate servÃa. Cuentan que desde el banco se envió el mensaje a los jugadores, pero no se vio ningún cambio en el terreno de juego.
Nada. Millos no jugaba a nada. La primera y única opción real de gol llegó a los 87 minutos, cuando Santa Fe ya tenÃa uno menos en la cancha, cuando apostaba a quemar tiempo. No importa si ellos no ganan nada, lo que verdaderamente les importa es que nosotros no ganemos nada.
Terminó el clásico. Los rojos lo celebraron como si fuera una final (y es raro porque el año pasado sacaron una pancarta que decÃa que ellos «no celebraban partidos»). Algunos azules derramaron lágrimas de tristeza, antr la impotencia con la que se afrontó el partido, tal vez seguramente derivadas del triunfalismo desmedido con el que se vivió la previa. Un clásico es aparte de todo y no resiste análisis previos.
Se acabó el Apertura para Millonarios, que sigue sin poder levantar tÃtulos en Junio. Se acabó porque tenÃamos el clásico y lo jugamos sin la seriedad que lo requiere. Se acabó, sobre todo, porque dejamos escapar nueve puntos contra los rivales más débiles que nos tuvieron haciendo cuentas en la última fecha.
Nuestro semestre, que comenzó muy bien con la Super Liga, ahora se resume en que toca ganarle a Independiente el 17 para seguir con vida en la Libertadores y evitar un doble fracaso. Porque si el campeón defensor no es capaz de quedar entre los ocho mejores equipos de una Liga mala y llena de equipos del montón, no hay ninguna otra definición, es un fracaso con todas las letras en mayúsculas.
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