11 mil fieles a esta religión
Hay que tener en cuenta todos los factores que se habÃan juntado previo al partido del domingo. Primero, la depresión post-mundial que existe y es real (no es fácil pasar de ver el mejor fútbol del mundo a nuestro precario FPC). Segundo, el hecho de ser puente festivo en temporada alta que hace que muchas personas salgan de la ciudad con sus familias. Y tercero, la medida ridÃcula que impuso la autoridad distrital que obligaba a la gente a no llevar indumentaria de Millonarios al estadio.
Pero aun asÃ, contra todo y contra todos los pronósticos, más de 11 mil personas llegaron al estadio para alentar a Millos en su primer partido del semestre frente a Chicó. En resumen, abonados + cortesÃas (sin contar los que llegaron con ropa de Millos y no los dejaron entrar), poca boleta suelta comprada. Esa es la afición más fiel con la que cuenta Millonarios hoy en dÃa, los fieles a esta religión azul y blanca,
11 mil fieles que le dejaron un mensaje a las autoridades distritales: asà se inventen prohibiciones tan ridÃculas como irrisorias, jamás se podrá apagar la pasión. Casi todos con camisetas azules, nada alusivo al equipo, solo el color, para dibujar el estadio del color que más le luce asà no estuviera presente el escudo. A veces, solo se necesita sacar la pasión del alma para enviar la energÃa al campo de juego y no se necesita una camiseta. Algunos pudieron meter banderas y trapos pequeños, fueron los únicos que adornaron las tribunas. Por un instante, el estadio se vio coloreado de azul y pareció como si no hubiera existido esa prohibición de la AlcaldÃa, el estadio estaba igual azul, muy azul.
Esos 11 mil fieles que gritaron con el alma el gol de Hauche, el primero de Millos en casi dos meses de ausencia. Por más mundial que haya, el grito de gol del equipo de siempre se queda atorado en la garganta. Luego saltaron y alentaron cuando Maca puso el 2-1 y se les hizo un nudo cuando Cadavid estrelló el penal contra el palo. Sufrieron con el empate sobre el final y cuando a Marrugo se le escapó la última para ganar. Hasta se desahogaron con el portero rival cuando se empezó a tirar al piso: «que lo vengan a ver», gritaron furiosos.
Lamentablemente, lo que parecÃa una fiesta terminó empantanado. Pero vendrán más batallas en tres torneos distintos y el estadio tendrá a once mil fieles que seguirán presentes para acompañar al Embajador asà juegue contra un equipo chico en un torneo nivelado por lo bajo y en la AlcaldÃa no sepan cómo gobernar una ciudad capital.