Hugo Galeano

«Con los guayos en los hombros». La historia de Hugo Galeano (segunda parte)

Mira la primera parte de la historia aquí: https://mundomillos.com/especiales/con-los-guayos-en-los-hombros-la-historia-de-hugo-galeano/

No recuerdo el mes, pero era el año 1983, tenía 19 años. Nunca pensé que esa era mi carrera, y nunca mis padres me presionaron para que tomara la decisión pronto porque yo les dije que no me apoyaran económicamente. Nos empezamos a instalar en las habitaciones, había un camarote y varios colchones ya era como las 10 pm cuando llegamos, en el primer piso había un asadero de pollos. Bajamos y comimos antes de irnos a dormir, nos estaban esperando la señora que cuidaba la casa y el Gerente del equipo.

Luego de comer nos subimos a dormir cansados del viaje, fueron como 10 horas por carretera desde Medellín. Esta casa era grande, tenía rejas y el horario de entrada era hasta las 8 pm, el jugador que no estuviera adentro en la noche se quedaba afuera; nos dormimos como a las 12 de la noche pensando cómo sería el primer día de entrenamiento, los profesores, los compañeros, el clima, la ciudad; me hacia todas esas preguntas en mi mente, ya que había tomado una decisión importante en mi vida. Ya mi propósito de vida había cambiado y tenía que restructurar lo que vendría. Me quedé dormido con todas esas preguntas y pensando en mi familia, había tristeza porque dejé una parte de mí en mi ciudad, nunca me había apartado de mi familia y entorno, pero también había alegría porque estaría haciendo algo que me gustaba: jugar futbol.

Era un martes, nos despertamos como a las 5:30 am, teníamos que esperar el turno para utilizar el baño, el desayuno era a las 6:30, lo hacía la señora que vivía en esa casa. Nos reunimos con los muchachos, éramos como 15 personas en esa casa, de diferentes partes: Tuluá, Zarzal, Quindío, Cali. Todos nos dieron la bienvenida y se escuchaba solo salsa, y mi amigo John Mario “el corrido” escuchaba tangos…

Salimos como a las 7 am para el entrenamiento, nos fuimos caminando hacia el estadio; había mucha expectativa. El gerente, un señor muy amable, estaba contento con nuestra llegada y nos estaba acompañando desde muy temprano. Yo iba con los guayos en mis hombros,

El clima de Cartago era caliente, unos 25 grados, la gente saludaba y nosotros felices de empezar una carrera en el futbol, pero había mucha responsabilidad: primero con nosotros de representar bien nuestro departamento, Antioquia, como buenos paisas; otra la de representar a nuestras familias, y que mostráramos buen resultado deportivo para quedarnos en el equipo.

Era una gran experiencia y gran oportunidad que nos daba la vida, y Dios como creyentes que éramos. Cuando llegamos al estadio Santa Ana de Cartago nos presentaron al profesor y técnico del equipo, Severiano Ramos (qepd) y el preparador físico, Edgar Ospina “el peinadito”. Les dijimos nuestras posiciones de juego, lo primero que hicimos fue el bobito para conectarnos con los otros jugadores y ahí nos estaban evaluando, yo sentía como las miradas estaban fijadas en nosotros que estábamos recién desempacados.

La primera practica de futbol fue excelente, hice varios pasegol como lateral izquierdo, y me posicioné bien ahí en el equipo. Cada entrenamiento era una evaluación constante, aprendíamos de cada persona del equipo y seguíamos al pie de la letra cada instrucción del profe Severiano. Después de ir transcurriendo los días, nos informaron que este equipo era una sede de Millonarios de Bogotá.

Luego de tener varios días de entrenamiento de prácticas de futbol para escoger el equipo, el profe Severiano estaba preseleccionando para tener un equipo competitivo y jugar el torneo de Reservas en ese año. Fueron 15 días de evaluaciones y pruebas en los cuales cada día nos jugábamos la vida, ya no era probar a un equipo amateur sino para un equipo de alta competencia para llegar al profesional. Mi pensamiento era “debo estar en el primer equipo y ya tomé la decisión de regresar a mi casa en Medellín, pero triunfante”.

Siempre en los calentamientos cada día era primero en lo físico y luego era aplicado en lo futbolístico y me divertía al hacer las cosas bien. Después de cada sesión yo llegaba a la casa hogar a descansar. Nos tocaba lavar nuestra ropa de entrenamiento, así que había que esperar el turno para ir al patio a lavar.

Los entrenamientos eran muy intensos, con mucho calor en la hora de las practicas. Yo llegaba agotado y me dormía temprano mientras los otros se ponían a hablar hasta las 11 de la noche que era cuando se apagaban las luces para dormir. Y yo, con mis guayos en los Hombros…

Durante esos 15 días de prueba estuvimos conociendo Cartago, caminábamos para conocerlo y ya las personas nos empezaban a reconocer como jugadores del Robledo F. C., y nos animaban a que los representáramos bien. Era un gran compromiso que teníamos en una ciudad muy bonita y agradable. Creo no me había equivocado de tomar la decisión de jugar de lateral izquierdo gracias a Dios.

Llegó el último día de prueba, cuando estaban eligiendo había jugadores que decían que habían jugado bien y que no entendían porqué los sacaron. Había mucha incertidumbre pero confiaba en mis capacidades y en que lo había hecho bien cada día en las practicas, estaba enfocado en quedarme, por eso debía saber qué hacer en mi posición como defensa. Durante las pruebas tenía claro que mi deber como defensa, mi función, era defender mi zona, posicionarme bien y luego entregar bien el balón, no perderlo, hacer el futbol fácil desde mi posición como lateral.

Mis características como futbolista me ayudaron a progresar, tenía buena saltabilidad, potencia, anticipo, era inteligente para quitar el balón, contaba con intuición para anticipar, era fuerte para que no entraran por mi zona, aunque era pequeño de estatura.

Entendía que había que tener disciplina, sacrificio -aunque lo que a una persona le gusta hacer no es sacrificio sino amor por lo que se hace-, ya era un propósito de vida el jugar fútbol a alto nivel. El profe Severiano, mientras estaba dando la lista de los que se quedarían en el equipo de Robledo F. C., llegó a mi nombre: «lateral izquierdo, Hugo Galeano».

Qué gran felicidad tuve, me dije “lo logré”, ahora empieza mi carrera futbolística y mis amigos paisitas que fueron conmigo también quedaron dentro del equipo. Mirábamos como unos jugadores que también fueron a probarse no quedaron, y nosotros los animábamos para que siguieran buscando sus sueños en otros equipos.

Salimos del entrenamiento felices, fuimos hacia la casa hogar y nos duchamos para luego ir a almorzar, caminando hablábamos de lo que estaba pasando en nuestras vidas. Y que ahora estando dentro del equipo tendríamos más responsabilidad con nosotros mismos, con la familia, con nuestra ciudad de Medellín, nuestro barrio Manrique Oriental y con la ciudad de Cartago.

En la tarde avisamos a nuestras familias que nos habían elegido para ser integrantes del equipo. Todos estuvieron muy felices y nos decían que había que aprovechar esa oportunidad; y que en nuestro barrio había muy buenos jugadores pero no lo lograron por razones como la indisciplina para ir a los entrenamientos, la vagancia, el alcohol y otros vicios, factores que no los dejaron progresar en el futbol.

Gracias doy a estas personas que nos dieron sus consejos para nosotros progresar. En la noche estuve pensando en lo que había sido mi pasado en lo personal, familiar, social y espiritual; estaba empezando a tener un crecimiento, madurez de las responsabilidades personales, una carrera profesional ya que había dejado el estudio y era lo que me gustaba: jugar fútbol. Dejaba mi familia, en donde éramos todos muy unidos padres y hermanos y nunca me falto cariño. Dejaba muchos amigos con los cuales nos divertíamos en el barrio y quería darles una satisfacción para que se sientan orgullosos. Y siempre con la creencia de que Dios estaba ayudándome en esta oportunidad y debía aprovecharla.

Pero estaba el temor de fracasar. ¿será que si lo lograré? Tenía la convicción de jugar futbol profesional porque al salir de mi casa CON LOS GUAYOS SOBRE MIS HOMBROS dije que volvería logrando quedarme en el equipo, y victorioso como futbolista para que se sintieran orgullosos.

Me dormí temprano, antes de las 11 pm, a la mañana siguiente volvía la rutina: levantarnos a las 6 am, esperar turno para ducharnos e ir a desayunar antes del entrenamiento. Salir caminando por las calles de Cartago hacia el estadio de Santa Ana.

Cuando llegamos al sitio de entrenamiento nos reunió el profe Severiano Ramos, nos dijo que este torneo de reservas sería muy duro y que estaríamos en la Zona Occidental con Deportivo Cali, América de Cali, Deportivo Pereira, Palmira, U Cauca, Juventud Buga, Buenaventura, Selección Buga, Astro deportes, Tuluá, Cocicoimpa, y nosotros (Robledo). Viajaríamos en bus alrededor del Valle del Cauca.

En mi primer partido de local se llenó el estadio, había como 6 mil personas para ver nuestro partido. Fue un debut extraordinario, ganamos 1-0 a Sevilla, era espectáculo por el lado izquierdo defendiendo y saliendo al ataque, mis habilidades técnicas eran muy buenas y hacía uso de mis fortalezas. Fue un partido muy emocionante, el profe salió feliz porque habíamos ganado ese primer partido y no habíamos defraudado a la hinchada que nos acompañó.

Durante mi estadía en Cartago resulto lo inesperado: mis padres se separaban, por causa del alcohol que dominaba a mi padre. Siempre pensé que la familia estaría unida y que mi padre terminaría su vida al lado de mi madre, este asunto familiar no me desenfocó en cumplir mi sueño de ser futbolista profesional. Me dio mucha lástima, ya que mi madre dio su vida total encargada del hogar y de los hijos, mi padre nunca dejó de pasarle una buena mesada económica y todos pudimos acabar el bachillerato y mi madre estuvo en la casa donde nacimos todos.

Mi padre fue un gran hombre que nos dio lo mejor como pobres que éramos y nunca faltó el alimento. Pasaban los días y las semanas y cada vez más nos posicionábamos en el equipo como jugadores responsables. Me dio mucha tristeza de lo que estaba pasando en mi familia, pero eran cosas que no podíamos evitar, esa es la vida… igual estaba mi amor por mis padres y mis hermanos, por lo que yo debía progresar para ser feliz y que ellos se sintieran orgullosos.

Y yo, con mis guayos en los hombros continuaría en mi camino de jugar futbol de alta competencia. Pasaron los meses y nos enfocábamos en ser los mejores en nuestro puesto de juego. Teníamos un equipazo, no nos ganaba nadie, con mucha humildad, disciplina, trabajo, obediencia táctica, y técnicamente yo no reventaba ese balón. Enfrentábamos a América de Cali y al Deportivo Cali, y les ganábamos.

Clasificamos a los cuartos de final; en nuestro grupo quedamos terceros por detrás de América y Deportivo Cali. Entre los equipos a disputar los cuartos de final en Cartago estuvieron Junior, Santa Fe, Deportivo Cali y nosotros. Hicimos una gran campaña, Deportivo Cali fue el primero y Robledo F. C. segundo. Al terminar el torneo todos estuvimos agradecidos con Dios por todo lo que sucedió ese año, fue una gran experiencia de mucho aprendizaje.

Empezaba mi carrera como futbolista de alta competencia, disciplina diaria de entrenamiento físico, técnico y táctico, aprendimos a convivir con personas de diferentes regiones, teníamos días que amanecíamos tristes y otros días alegres, pero no me desenfoqué de mi objetivo nunca. Tuve Disciplina, dedicación, responsabilidad, obediencia, amor por lo que hacía, respeto, optimismo, visión, confianza, paciencia, perseverancia, valores que me enseñaron en mi casa mis padres….

Termino nuestra temporada en la ciudad de Cartago

Recuerdo de ese equipo los titulares que jugaban: portero Fermín Arco y Diego Utima, lateral izquierdo Hugo Galeano, lateral derecho Jesús «Chucho» Escobar, defensas centrales Carlos Quezada y Hernán Cortes “el potro”, volante de marca Omar Hurtado, volantes Fernando Restrepo, José “Chepe” Torres; delanteros Luis Carlos Rojas, Diego Asprilla (hermano de Tino Asprilla), John “el corrido” Betancur, zurdo, y había muchos más jugadores de este gran equipo del Robledo F. C.

Muy agradecido con Dios por ese inicio, con mi familia que me apoyó en esta carrera, agradecido con Luis Pabón y los del equipo Oro Negro y mis amigos del barrio Manrique Oriental, de la 40, don Guillermo Ruiz, don Edmer Tamayo y su familia, al club Millonarios, a todas las personas en la ciudad de Cartago que ayudaron a que mi sueño se hiciera realidad como jugador profesional.

Ahora terminando este año 1983 con grandes metas realizadas seguiría yo con MIS GUAYOS EN LOS HOMBROS esperando otra temporada en la cual esperaba ir a otro equipo profesional el próximo año.

Llegué a mi casa y a mi barrio como un triunfador, había logrado mi objetivo, y ahora quería disfrutar mi estadía con mi familia porque sentía en mí que habría otra temporada el próximo año, 1984, en otra parte, jugando y cumpliendo mi sueño como futbolista profesional muy dedicado.

Seguiría CON MIS GUAYOS SOBRE LOS HOMBROS.  

Hugo Galeano.