Pasó de todo y no hubo partido
Salieron los equipos a la cancha. El local con camiseta a rayas Vinotinto y oro, pantaloneta y medias Vinotinto, el visitante, nuestro equipo, todo de blanco y Álvaro Montero, el portero, vestía imponente todo de negro. Sonaron las notas del himno nacional de Colombia y sonó después el «bunde tolimense». Los equipos se tomaron la foto correspondiente, Gamero y Hernán se saludaron, vino el sorteo y todos listos. Tolima de norte a sur, Millonarios en sentido contrario.
Mientras los jugadores calentaban y nos preparábamos todos para el pitazo inicial, de todas las tribunas del estadio empezaron a sonar cantos furiosos y llenos de rabia hacia Daniel Cataño, que vestía por primera vez la camiseta 10 de Millonarios ante la partida de Daniel Ruiz. Eran los mismos cantos furiosos que sonaron el pasado 22 de octubre, última vez que el Embajador visitó Ibagué. Daniel fue señalado como el responsable de que el Tolima hubiera perdido la final del Apertura 2022 frente a Nacional al errar un penal y hacerse expulsar en la misma jugada en el partido de vuelta. Si hay una hinchada herida hacia un jugador, justamente, es la del Tolima con el jugador antioqueño que ahora está en Millos.
Los cantos sonaban duro y Daniel, en el costado oriental del terreno de juego, hacía oídos sordos y se preparaba para jugar. De repente, un aficionado tolimense ingresa al campo desde la tribuna oriental y agrede al jugador en la cabeza llegándole de sorpresa por atrás. Después del golpe, el hincha sale a correr, y Cataño se va detrás de él, lo alcanza y devuelve atenciones. El hincha es retirado del escenario bajo los aplausos de casi todos los seguidores del Tolima que estaban en las tribunas mientras que al jugador le sacan la tarjeta roja y debe abandonar el partido antes de empezarse.
Ante lo sucedido, Alberto Gamero llama a sus jugadores y los retira del terreno de juego. Empieza la incertidumbre. Los jugadores del Tolima se mantienen en sus posiciones mientras que los de Millos se hacen a un lado de la cancha. Gamero habla con Roldán, pide que se reverse la expulsión para poder jugar si hay garantías, el central le responde minimizando lo sucedido y explicando que no puede reversar la expulsión porque sería atentar contra las normas de juego (en el reglamento se establece que si un jugador agrede a alguien del público debe ser expulsado). Pasan 27 minutos de charlas y reuniones, hasta de llamadas por celular del central, hasta que los jugadores de Millos abandonan el terreno de juego y se van al camerino.
Pasa luego otro rato largo, la policía cierra las puertas del estadio y cierra también las salidas de las tribunas hacia los baños y zonas de comidas. Todo el mundo en el estadio queda entre el encierro y la incertidumbre de saber qué va a pasar. El canal licenciatario finaliza su transmisión. Luego de varios minutos, los jugadores de Millonarios salen del estadio y se suben al bus para ser trasladados al hotel de concentración. Y justo cuando el bus ya va a arrancar, queda varado en la mitad del parqueadero. Los jugadores, por seguridad, deben regresar al estadio y ubicarse en el camerino.
La logística tuvo que llamar un segundo bus para que Millos se pudiera retirar. Este bus no pudo entrar al parqueadero, por lo que a los miembros del plantel les tocó salir caminando hasta la entrada del mismo para abordar el vehículo. Más adelante, para completar esta terrorífica historia que nunca más se debe volver a repetir, ese bus es atacado por seguidores del Tolima generando una lesión a Juan Pablo Vargas.
Después de todos esos incidentes, por fin son retirados los hinchas de las tribunas del estadio. Eran las 8 pm, hora en la que se debía haber terminado el que debía haber sido un partidazo entre dos muy buenos equipos. Lamentablemente, una sola persona se encargó de dañarle el espectáculo a otras 18 mil que estaban casi llenando el estadio. Ahora no se sabe qué va a pasar con el partido, solo se intuye que al Tolima le sancionarán la plaza por el hincha que invadió el campo y a Cataño le impondrán unas fechas de sanción.
Pasó de todo… y no hubo partido. Esta crónica debía ser de fútbol pero lo único que brilló por su ausencia en el domingo ibaguereño fue, justamente, el fútbol.
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