El día después: ni la lluvia pudo lavar la rabia
Ni siquiera el sol sabanero nos puede calentar el día de hoy. No hay nada que pueda levantarnos el ánimo en este momento. La conversación post partido con los amigos fue lánguida, llena de caras largas. El sabor amargo de la cerveza era el tono de la razón después de un empate con gustillo de derrota.
No fue un ritmo frenético, pero sí fue sostenido. El ‘bu’ de la tribuna marcó la tesitura del partido. Tolima estuvo desconectado por 88 minutos. La pelota no les llegaba con claridad porque entre Llinás, Vargas y Bertel, el mejor de la noche, aburrieron a Caicedo, ese morocho que llenó de trompetones e insultos inaudibles al ‘Mono’ canterano. Y así con todos. Giraldo, Vega, Daniel, Gómez…
En esa conversación con los amigos y conocidos, ellos marcaron algo que yo no entendía. Sostuve que habíamos empatado porque “el cansancio hizo mella”. Mi interlocutor saltó de su silla y espetó “si fuera por agotamiento, ¿por qué les creamos tres opciones de gol en menos de tres minutos de reposición?” Mi argumento se fue a la mierda y me tocó pensar en otras cosas igual de importantes.
El palo de Bertel, el casi gol olímpico de Mackalister. Maldición. Uribe otra vez la mandó a los pies de Cuesta en el remate final y el Tico, hechizado, la estrelló en el palo derecho. Tanto le costó a Millonarios que Gamero entendió en su cosmogonía el valor del gol y la posible victoria. Hacer cambios y mover al equipo que le jugaba y le ganaba bien al Tolima era desbaratar el módulo de presión sobre el rival. Le bastó una modificación cuando todo parecía consumado. Debemos respetar sus métodos.
El papel aguanta todo y la calculadora puede graficar todos los resultados posibles, necesarios. Pero ninguno de esos dos elementos puede ayudar a resolver el maltrecho estado mental que hoy padecemos. Solo queda esperar. Ni la lluvia pudo lavar la rabia. Ni el sol podrá avivarnos.
Leandro J. Melo C.
Twitter: @lejameco