El día después: un artista, muchos actores
Los actores, ya sean de teatro, cine, telenovelas, de cualquier índole, tienen un parlamento, un guion, un libreto establecido. El director decide cómo, cuándo y dónde se debe interpretar, con tiempos establecidos. Dentro de ese universo hay pocos que dedican momentos para la perfección de otro gran arte, como es la improvisación. Esos últimos son genios, excéntricos en algunos casos, que pueden combinar la linealidad con la sorpresa. Son superdotados, llenos de una bendición especial.
Un partido de fútbol puede tener esas dos variables, la rigidez del esquema o el posible desorden sobresaliente dentro de la matriz de juego. Millonarios encaja en esa obra que no merece algún tipo de sobresalto, porque las tareas son hechas para seguirlas al pie de la letra.
Fernando Uribe puede ser el único incomparable. Él se define entre el solista fuera de molde o el jugador apegado a la trama de Gamero para seguir sus órdenes claras: estar entre los dos defensores ya sea para cabecear por los aires o disparar desde varios metros fuera del área. Ayer vimos creación de buen nivel. En esos dos balones perdidos hubo oro y goles. Más lindo el segundo que el primero, eso sí, pero ambos denotan plasticidad y manejo perfecto del centro de gravedad, característica del jugador raro y atípico, del crac.
El resto del equipo azul, rígido, apenas tuvo muestras de pequeñas variaciones que ya no son determinantes. Se volvió a flaquear en los centros de costado hechos por el rival. En la pérdida de balón. En los rebotes, que hace rato no pescamos. Se cambian nombres, identidades, niños por veteranos, Ruiz por Macalister, por ejemplo, pero la idea primaria perdura. Son soldados. Tienen órdenes. Las cumplen. Apenas unos leves retoques de los laterales que fueron dos o tres metros más al centro. Y no más. No hay lapso de invención, de diferencia, porque los espacios frenéticos del torneo dictan que se debe jugar, dormir, perder horas en aeropuertos y relajar las piernas y la cabeza con un PlayStation a la mano. Hasta en eso Fernando podría salirse del molde: seguramente estará leyendo un buen artículo, un gran libro.
Don Alberto salió con aire en la camiseta pero disgustado con el nivel. Con estos tres puntos cuadra la caja perdida ante Jaguares en Bogotá. Vuelve a ingresar al grupo de los ocho, del que espera, y esperamos, no salir. Incluso le pedirán acomodarse mejor en la tabla. El resultado dictamina todo. La insatisfacción por los modos del equipo no pertenece a todos los hinchas porque sobre el resultado gira la rueda del estado de ánimo embajador. Pocos se preguntan cómo se juega, a qué se juega: el discurso de los jugadores está en resaltar “+3”, “ganamos”. Siempre hay que salir victoriosos. Las maneras son personales. Para gustos hay colores.
No improvisamos y no lo haremos porque, por lo pronto, no sabemos y no queremos jugar a otra cosa.
Algún día veremos un equipo de artistas más no de actores. Por ahora no podemos innovar.
Pronto nos sorprenderán.
Leandro J. Melo C.
Twitter: @lejameco