El día después: ¿esto es lo que somos?
Toda sombra, toda duda, ha quedado resuelta. Esto es lo que somos y esto es lo que tenemos. El edificio en construcción de Alberto Gamero solo ha alcanzado, diez fechas después, para tener un puntaje que no alcanza el doble dígito. Se acrecienta el hueco, el de los puntos, cuando perdemos el clásico con Santa Fe. A pesar de empatar, dejamos de percibir tres puntos. Eso no será un detalle menor en adelante.
Ya sabemos que él, Gamero, echó mano de su nómina y mejoró en su andamiaje. Entendió, a trancas, que hay jugadores que merecían su oportunidad y ellos no desentonaron. Pero es un espejismo. Es irreal esa buena idea, es mentira esa buena sensación. Entender que el rival de toda la vida venía mucho mejor que nosotros, en números, en juego, en la tabla de posiciones, daba para pensar que la catástrofe se avecinaba. Eso no pasó porque ellos se levantaron con el pie izquierdo y solo bastó una pelota de costado para cabecearnos en el área.
De los dos goles, ni hablar: ya no solo son malos los árbitros centrales, sino los Asistentes VAR, que se les olvidó la modificación de la regla del fuera de juego un tiempo atrás.
Hacerle un gol a Santa Fe se planteó tan difícil como hacer expulsar a Andrés Pérez. Hicimos las dos cosas, impensadas. Luego, con un hombre menos, no supimos aprovechar esa posible superioridad. “De los equipos con diez, líbrame señor” es un mantra futbolero tan repetido como “si me das un buen arquero, duermo bien”. Todavía no entiendo por qué, en la construcción de juego, Cristian Bonilla fue el titular. Si bien Vargas no es de nuestro riñón, al menos ya estaban consolidando uno para crear la columna vertebral. El balón que deja de atajar Bonilla, en el aire, en ese cobro de costado, es mera falta de juego en alto rendimiento. Nunca pensamos que ese tipo de cosas nos pasarían porque siempre tuvimos buenos jugadores en esa posición. Anoche Gamero se acordó de Maloka, el sitio de los inventos en Bogotá. Invente, profe, invente. Unas de cal, otras de arena.
Justamente es él quien menos velas tiene en este entierro. Repito constantemente que si la cabeza está mal, el cuerpo no responde. Ya hemos escuchado a nuestro capitán hablar de la tensión, de la presión, y eso ya suena a sonsonete. La cabeza de Millonarios está perdida, confundida, no sabe qué más hacer ante tantos y sonoros fracasos, siendo este uno de los peores. La real cabeza del equipo, los mandamases de Azul y Blanco, no tienen el proyecto soñado en el momento ideal. Si es culpa de la pandemia, perfecto, porque nadie estuvo preparado para esta situación. Pero es muy extraño que un financiero, frío, helado, numérico, como Gustavo Serpa, no sepa que este edificio está derrumbándose desde el cimiento.
Él sabe que todo esto terminará cuando tengamos eso, un edificio, un estadio. Y cuando ganemos la Copa Libertadores. Con ocho puntos de treinta posibles, en la quinta mejor liga del mundo, indica que el proyecto de ellos se demorará un tiempito más en terminar. ¿Esto es lo que somos, señor Serpa?
Próxima parada: Atlético Bucaramanga en El Campín.
Leandro J. Melo C.
Twitter: @lejameco