El día después: conversaciones con mi papá
Sabio. Mamo. Maestro. Iluminador. Director. Son adjetivos de conocimiento.
¿Quiénes están llamado a observar el mundo y ver los toros desde la barrera, una vez que todo está sin solución y no podemos resolver lo que creemos perdido? Cuando falla todo recurso, ahí están ellos, los viejos, los sabios de la tribu.
Mi padre, a quien le encanta el fútbol y aprendió a verlo con otros ojos –de pronto, más adelante les cuento cuáles-, me hablaba anoche por el móvil mientras veía el partido. Ibagué, tierra de lechona y arroz, y buena gente, tiene un equipo práctico que no se amedrenta ante la adversidad. Deportes Tolima fue creativo y paciente. Fue un grupo que supo leer la línea de cinco defensores y cuatro volantes propuesta por Millonarios y demoró más o menos 30 minutos en tomar el hilo de la conversación en la cancha.
Todo fueron sombras para los embajadores. Nublados por los malos resultados, no remataron al arco -¿será que vi otro canal de naranja censura?, y esa propuesta de 1-5-4-1, sólida en el papel, fue a la caneca de la basura en el primer gol de cabeza. En ese punto los locales ya tenían controlado el partido y fueron tan conformes como prudentes. Millonarios respetó el plan de juego pero no fue capaz de llegar con profundidad: es más, no llegó. El esquema cambió por las lesiones de último momento, Elíser en lo que mejor no sabe hacer (inserte silencio); carentes de ideas, la responsabilidad fue depositada en el niño biche Salazar, tercer jugador mejor pago del plantel, que hizo la gran “toco y me voy”, pero con trayecto hacia atrás. Y así, todos los jugadores. ¿Quién se salva?
“Ah, pensé que Pinto está enamorado del tal Juan Camilo”, me dice mi papá. Con romance o no, no hay nadie más que pueda reemplazar el jodido aductor de Macalister. Y échese la bendición, hermano, porque con la complicidad de Nicolás Gallo llegó el segundo gol de los locales: falta dentro del área producida por Jefferson Martínez sobre el delantero (que no pitó el gallito ‘fouleador’); acto seguido sale el mismo arquero al rebote fuera del área, el referí se inventó la falta que no fue (y que mereció amarilla, según el escarapelado internacional) para que en el cobro de costado llegara el dos cero, otra vez con la misma táctica ya entrenada hasta el hartazgo, según nuestro técnico, llamada juego aéreo. ¡Qué dolor de testa!
“Uy, se equivocó el árbitro y en la otra jugada no hubo nada. Era penal el primero”. Eso dijo mi viejo y normalmente hago caso. Y fue un poco más allá después del 2-0: Millonarios “parece que fuera un equipo que hasta ahora se conoce. Es como si fuéramos a un partido y nos preguntamos entre nosotros ‘¿dónde juega usted?’ Parecen un montón de amigos que se juntan a jugar un picadito a ver cómo les va”. Lapidario y real.
Dijo Pinto en rueda de prensa “me voy muy, muy preocupado” (pueden ver el video aquí). Y tiene razones de sobra. Enumeró, una a una, todas sus carencias: presión, concentración, esquema, desbarajuste por la expulsión de un jugador, plan de juego y así por cinco minutos de declaraciones insuficientes, porque él trabaja. Al final de la conversación con mi papá, él llegó a la siguiente conclusión: “lo más importante del fútbol es la pelota”. Acertado o perogrullada, también es cierto. Nos olvidamos del balón y eso se marcó en la estadística. “Equipo que trata bien al balón, trata bien al espectador”, suele repetir Jorge Valdano. Usted, amigo hincha, que observa y escucha esto, ¿cómo se siente tratado por Millonarios, su técnico, jugadores y directivos, en momentos donde todo parece olvidado y desaprendido?
Me decidí: preferiré no comentar con cuáles ojos mi papá observa el fútbol. A veces es necesario un poco de privacidad.
Próxima parada: América de Cali visita El Campín. Juego de nervios y necesidad con real amago de crisis.
Leandro J. Melo C.
Twitter: @lejameco