El día después: oda al fútbol base
Después de ver la copa más prestigiosa del planeta, cimentada en dos partidos épicos por sus remontadas, Liverpool – Barcelona y Ajax – Tottenham, por supuesto que la retina queda mal acostumbrada para un Millonarios – Tigres por Copa local. Nada se compara con la Champions League pero hay belleza en estos partidos “menores”: no es fácil encontrarla pero existe.
En las épocas más sombrías de Millonarios anhelamos ver una cantera, hoy llamada fútbol base, que nos representara con la dignidad casi perdida en los inicios de los años 2000: con amor propio, implorábamos desde las tribunas que alguna vez, por un solo partido, jugáramos con chicos criados en la casa. Después de un proceso que ha tardado más de 10 años, el futuro se instaló en nuestro club y queremos que no desaparezca sino que sea potenciado. Otro trabajo más para Jorge Luis Pinto.
Desde Andrés Chitiva y Pedro Franco, hasta Juan Camilo Salazar y Harold Santiago Mosquera, hay más de una década de distancia. Pero el camino lineal se cruzó con algo que hasta hoy podemos disfrutar como un sorbo de agua en un día de calor: ver que 11 de 18 convocados son jugadores de categorías juveniles. Es similar al éxtasis de lo que debe ser un club de fútbol sostenible, que no sobreviva gracias a las boletas, sino que se pueda disfrutar, desde la tribuna y en un campo de juego, en el próximo tiempo.
La Copa, ese laboratorio de pruebas con ensayo y error, no puede ser el premio de juveniles que han hecho el proceso desde muy pequeños. El “sueño del pibe” no debe disfrutarse un miércoles en la noche o a las dos de la tarde en una cancha vacía: el trabajo debe proyectarse al futuro, como pasa hoy, siendo recompensa verlos en un clásico capitalino o en el Atanasio Girardot repleto de verdolagas. Solo cuando eso ocurra, el proyecto estará levemente terminado. Pero el trabajo demandará más sacrificios y los jóvenes, en pos de ser hombres, lo deben saber.
El gol de Andrés Llinás no es el mejor del mundo pero la jugada previamente elaborada es la solidificación de la conjunción trabajo entre semana más talento propio. Córner, Huérfano esperando el momento, ¿cobro o no en corto?, duda, pase corto a Barreto y centro para cabezazo del rubio defensa central. La celebración fue a flor de piel: la sonrisa del jugador alentado por papá y mamá en sus tiernos años de formación, es suficiente premio para una noche helada. Ni qué decir sobre sus compañeritos: ¿cuántos viajes en bus no compartieron por Colombia? ¿Cuántas historias de niñez no tendrán entre ellos, terminadas en ese abrazo posterior a la anotación? ¿Cuánta complicidad habrá tras años de patear el balón e ir tras el sueño de vestir la camiseta que más aman y que aprendieron a querer desde que no tenían razón de adultos?
Hoy tenemos suficiente tranquilidad: asistimos al despertar del futuro y sentimos que toca nuestras puertas. Si hubo un gran descubrimiento con Juan Camilo García, Klíver, Sebastián Navarro, Vega, Bertel, Paz, Juanito Moreno, Huérfano, Orles y Rengifo son la consolidación de la identificación más hermosa que pueda tener un hincha: jugadores amantes de su propio club. Ahora la paciencia debe ser nuestra, la del hincha que tiene como referente a monstruos como Messi o Cristiano. Calma, calma.
Aun con los desacuerdos que tenemos con Millonarios y sus precios nada populares de boletería, hay que darle la derecha en este proceso de inferiores: sus trabajadores hacen una excelente tarea.
Próxima parada: América de Cali, primer partido del cuandrangular, en un Pascual Guerrero lleno de escarlatas. Mauricio Pochettino ya dejó la primera lección, aprendida en 1992: “fuimos muy valientes”.
Leandro J. Melo C.
Twitter: @lejameco