Tres puntos para seguir con vida
La misión era una sola: habÃa que ganar como fuera. No importaba si era 1-0 o 12-1, o si era con un gol al primer minuto o al 90, o si ganábamos con un gol de nalga o con un olÃmpico. No importaba nada, solo habÃa que ganar porque cada partido es una final en la que cualquier tropiezo te puede costar una eliminación, porque no se podÃa dar más ventaja en casa, porque los resultados del miércoles todos sirvieron y porque al frente estaba el colero.
Mackalister se encargó de romper el cero y poner a festejar a las siete mil personas que llegaron al estadio cuando el reloj marcaba los 35 minutos de la inicial, apenas como para cambiarle el color a un partido que hasta ese momento era desteñido, soso y con pocas emociones, en el que Millonarios buscaba el gol a puro amor propio.
La gente querÃa ganar por goleada porque al frente estaba Leones y para mejorar la diferencia de gol en la tabla. Se pensaba que en el segundo tiempo iba a ampliarse la ventaja y la gran sorpresa fue que a Millos se le perdió la pelota y Leones fue amo y señor de la redonda, con cero (asà es, cero) remates al arco. FarÃñez, por fin, pudo tener un partido cómodo en el que se ensució poco el uniforme. Era un trámite bizarro: Millonarios sometido a la tenencia de Leones, pero al mismo tiempo tranquilo porque no habÃa amenaza alguna sobre su predio.
Hubo nervios y ansiedad. Suele suceder cuando han pasado siete partidos sin ganar de local, cuando se han ido ventajas en el marcador en los últimos minutos de manera increÃble. En el hincha queda esa psicosis de que se puede repetir en cualquier momento, sobre todo contra un equipo chico. Con esos antecedentes, y con lo que se veÃa en la cancha, era normal que más de uno sintiera miedo de un potencial empate. Esta vez la historia fue diferente, no tuvimos la pelota, pero nos quedamos con los puntos. Realmente no habÃa forma que nos empataran, pero la mente tiene un poder muy grande y de ahà nacÃan los dramas.
Desafortunadamente, los resultados del jueves no ayudaron: las victorias de Cali y Nacional dejaron al equipo azul a los mismos 4 puntos del octavo faltando 12 por jugar. El domingo, Envigado se convierte en otra final que hay que ganar, asà sea 1-0 jugando mal o 43-0 haciendo un baile. Las formas ya no importan, prevalece el resultado. Millos sigue con vida en la Liga, pero cada vez que sale a una cancha estará luchando por la supervivencia. No importa si ganamos por la mÃnima jugando mal, lo que verdaderamente importa es clasificar.
Twitter: @elmechu
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