Leandro y Ayda en El Campín

Taches Arriba: yo tuve una cita con mi mamá para ver a Millonarios

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Llevaba varios años planeando cómo sería ese momento. Lo imaginaba en la tarde, a eso de las 3:30, en un estadio más o menos lleno, pero nunca en un clásico con Santa Fe, o en un partido lleno de odio, como contra Nacional. Imaginé por varias décadas cómo sería llevar a mi mamá, Ayda, al estadio. Creemos que será así, como lo decidimos por primera vez, mentalmente, hasta que la vida nos hace dar muchas vueltas, las mismas que a su vez nos llenan de vitalidad.

Leandro y Ayda en El Campín
Leandro y Ayda en El Campín

Es el mes de la madre. Es mayo. En estos días nos dan ataques innegables de mamitis y con ellos vienen los sentimientos de culpa por lo que no hemos hecho, o de satisfacción por el deber realizado con ellas; y, por supuesto, los de ansiedad: nos preguntamos “¿qué hubiera pasado si…?†Las extrañamos: muchas madres, abuelas, tías que se fueron, que pasaron a otro plano, ahora nos acompañarán hasta el final de nuestros días únicamente con los recuerdos y momentos construidos.

Es miércoles de la tercera fecha aplazada de Liga. Llegamos. Entramos a El Campín. Me preocupo porque sus bronquios le juegan malas pasadas con el frío nocturno: hasta el clima es benevolente con su humanidad de sesenta décadas. Hay un sinfín de fotos con Ayda cerca de la gramilla, abrazados, con una sonrisa de oreja a oreja, porque planeamos esto desde el año pasado. Nos acomodamos en el tercer piso. Mi mamá quiere papas fritas y agua: me siento raro, porque no me gusta la comida del estadio, carísima, pero hay demanda: ella exige con cariño. Hay saludos y abrazos con Lucho Delgado: ese fue un instante de gloriosa moñona. Ella ve convertir a Juan Pablo y la observo como una niña completamente feliz: no solo vive en carne propia la emoción de un gol, sino que lo graba en su celular en el mismo momento que es convertido. En adelante, todo fue espontaneidad y la algarabía de los dos goles siguientes y un penal rival me hacen pensar que la misión que me impuse es sorteada con total satisfacción. Hubo más poses gráficas al final: más historias para publicar, más recuerdos para atesorar.

Yo tuve una cita con mi mamá para ver a Millonarios, originalmente calculada solo con Ayda. Al final, fue mucho mejor de lo que pensé: papá Jair y hermano Fernando también llegaron para disfrutar de un equipo delicioso, que juega, gana y, si quiere, golea. El conjunto dirigido por Gamero no solo nos regaló tres goles para los primeros nuevos momentos como familia, sino también que esos mismos fueron los últimos más felices para que el joven Miguel Ãngel fuera a descansar en la eterna paz del universo.

Leandro J. Melo C.
Twitter: @lejameco