Taches arriba: un bailoteo entre Gamero y Serpa
Bienvenido, Don Alberto. Llega un gran señor para dirigir a Millonarios, otrora investido de la gloria embajadora que justamente, ¡oh, cosas de la vida!, no le gustaba al representante de Blas de Leso / Amber Trust en Azul y Blanco, en 2012.
Para que se entienda el mensaje, lo vamos a dividir en dos:
La primera parte indica que Alberto Gamero es azul aunque siempre lo fue. Su sitio en el mundo quedaba exactamente en Ibagué y Millonarios no es Tolima: acá hay otro tipo de necesidades, parecidas a las que tuvo en Barranquilla cuando dirigió en 14 partidos al Junior, con una suerte muy mala y unos resultados bien franciscanos. Pero ojo que tiene un corto palmarés: ganador de una Liga y una Copa con los ibaguereños, supo definir una estrella en con Chicó, en Tunja, ante el América, en 2008. Pequeño pero lo posee.
Anteriormente seducido por el Deportivo Cali, tuvo una angosta estancia en Europa para potenciar sus conceptos: arriesgar menos en la parte física de los jugadores, mayor hincapié en tiempos de recuperación y mayor asertividad en las órdenes hacia sus dirigidos en los partidos. Eso fue lo que aprendió porque, parece, olvidó esa manera tan Pinto-resca de ver el fútbol: correr alrededor de la cancha, fondo físico excesivo y si acaso, una que otra indicación técnica. Esa es la residencia evolutiva futbolística del nuevo timonel. Luego hablamos de cómo juegan sus equipos…
También, Gamero tiene experiencia manejando dueños de equipos bastante jodidos. Si lo ponen a danzar con Eduardo Pimentel o Gabriel Camargo, seguro que los pone a bailotear porque ya los conoce. Sabe qué tan complicados eran porque conoció sus mañas y sus formas de putear. Eso sí, entre esos dos dirigentes hay diferencias abismales: mientras que “el negro” era explosivo y encara-árbitros, Camargo prefiere seguir hablando con calma y voz poderosa y lo recuerdo sentado en la gran poltrona del hotel de la Calle 94 que todavía debe frecuentar en la concentración de su equipo, siempre escoltado por dos fieles escribanos. Suponemos que entre Camacho y Serpa el baile no puede ser tan complicado, ¿no?
La segunda parte es, justamente, la dirigencia de Millonarios. De Don Enrique no tengo mayores referencias motivando planteles u ofreciendo jugosos premios por ganar partidos. De Don Gustavo tengo una confirmación: al señor representante de Blas de Leso / Amber le pareció fundamental abrir el debate para devolver las estrellas de 1987 y 1988, justo antes de un partido histórico en el Santiago Bernabéu en 2012. Si Don Alfredo Di Stéfano, alma bendita, lo hubiera escuchado, el viejo cascarrabias fijo lo mandaría a la lona.
Acá debemos hacer una claridad porque el agua sucia no le corresponde completamente a él: las versiones de prensa indican que Serpa se reunió con “un grupo de hinchas” que le sugirieron esa infame posibilidad. ¿Qué hincha pide devolver estrellas? ¿Qué miembro de Junta Directiva, en serio, tiene el descaro de arengar esta situación en un avión repleto de chismosos dirigentes del fútbol y viperinos periodistas con timbre vocal ¡no-me-gusta!, también usuarios del mismo transporte? Éramos menos novatos en lides directivas del fútbol y todavía se escucha decir a Julio Sánchez Cristo, “voy a armar la grande”.
Ya que estamos listos para un baile de dos años, me queda por decir: señor Serpa, le presento al señor Gamero; señor Gamero, le presento al señor Serpa. Ahora zapateen esta pieza: el primero intentó quitarle al segundo el único título que ganó como jugador profesional y el segundo ahora es empleado en la empresa del primero. Nada en la vida será perfecto y menos mal “todo acabará cuando tengamos estadio y ganemos la Libertadores”.
Un pedazo de pan para una hinchada, circo, afanada de gloria rápida, así nuestro nuevo técnico diga que en cuatro meses no salimos campeones. El regreso del proceso es la evidencia que Millonarios vive en una eterna transición.
Ah, por favor: el discurso “soy hincha de Millonarios” sabe a cacho por cuenta del técnico anterior.
Acá solo sirve ganar títulos, como la Sudamericana, para que empecemos a hablar bien claro.
Leandro Melo
En Twitter: @lejameco