Taches arriba: perder el alma
Personalmente, soy más fanático de mis amigos colegas periodistas antes que los medios para los que laboran.
Ronny Suárez es uno de ellos y tiene la difícil tarea de contar casos e historias de salud para un diario nacional. La imagen que acompaña su corto escrito es contemporánea: un paciente boca abajo, con respirador artificial y muchos aparatos para preservar su vida. En el diálogo escrito hay una conversación entre Óscar, anestesiólogo, y Víctor, pediatra e infectado con el virus maldito.
La parte final de aquel corto escrito habla sobre el alma porque justo antes de intubar a Víctor, quien está preocupado por entender qué se siente estar sedado en una Unidad de Cuidados Intensivos, Óscar es muy claro con él: “eso depende de los fármacos que usemos para la sedación y de lo que usted tenga en su alma, porque el cuerpo y las emociones mientras está en UCI quedan anuladas, pero el alma no”.
Toda esta conversación puede aplicarse al fútbol: ¿tiene alma? En el anterior “Taches arriba” señalaba que los partidos antiguos no me llaman la atención. Ahora que tenemos conexión con el fútbol alemán, el único competitivo disponible en los canales internacionales, hemos entendido dónde está el espíritu del fútbol: recorre las tribunas, hoy vacías de personas pero llenas de cartones impresos con caras de fanáticos que pagan 19 euros para estar presentes de forma simbólica. Algún otro periodista dijo que “nunca había visto anotar un gol a un hincha” pero el sabor del espectáculo está justamente en la convivencia social. Bill Shankly, mito del Liverpool inglés, lo manifestó con claridad: “la santa trinidad del fútbol son hinchas, jugadores y directivos”.
El alma también se puede vender. Bart ofreció su espíritu a Milhouse en un capítulo viejo de Los Simpsons y durante un tiempo no la pasó nada bien: esa venta representó perder el gusto por las travesuras y su propia vida. Nosotros, los hinchas, ya hemos cuantificado el valor del espectáculo: no está en venta y somos parte del juego así no hagamos chilenas, rabonas o gambetas. Cualquier otra cosa es mera transacción comercial: hemos leído hasta la saciedad que los directivos del fútbol están muy preocupados por sus finanzas y asisten a reuniones virtuales para manifestar que se van a quebrar muy pronto. Por eso anhelan el retorno del fútbol: para pensar en sus negocios negando al hincha que no podrá ir.
El eterno ex presidente ha ofrecido sus buenos oficios para presionar de forma grosera al Ministro del Deporte. El correo electrónico hace su función: las cartas cruzadas entre DIMAYOR y Gobierno son de ida y vuelta, sin resolver, como el juego escrito que alguna vez plantearon Juan Villoro y Martín Caparrós. Pobres empresarios, la están pasando mal. Para ellos, la gente necesita fútbol, cobrando 20 mil por cabeza: ¡usureros! No será fácil poner de acuerdo gamonales, técnicos y cavernarios representantes legales de cara a sus propios intereses: todos están tapados con la misma cobija, esa que desnuda sus frágiles pies de barro. Parece irreal pero alguien en el Gobierno actual tiene la bombilla prendida y es el Ministro Lucena. No se puede decir lo contrario, so pena de exhibición de chapa internacional: “yo trabajé en CONMEBOL”. Sin certezas no habrá fútbol en el corto tiempo.
Tengo el mismo miedo de Víctor, el pediatra: “la intubación duele mucho”. Nuestro cuerpo pierde emoción lentamente y vamos sesenta días oficiales extraviados de nuestra alma de hinchas. Estamos intubados. Duele.
Gracias, Ronny, por la inspiración.
Leandro J. Melo C.
Twitter: @lejameco