Taches arriba: pelÃcula
Me encantan los documentales de fútbol. «Welcome to Wrexham» está en Star+. Aunque esa es más una docuserie, término acuñado recientemente, son 18 capÃtulos llenos de alegrÃa, frustración, sentido de comunidad y fútbol de quinta división en Gran Bretaña.
Rob McElhenney y Ryan Reynolds, ambos actores de Norteamérica, se metieron al negocio más estúpido, desgastante e idiota que exista sobre la faz de la tierra: comprar un equipo de fútbol en la tierra de los castillos más antiguos del mundo, Gales. Y no es cualquier escuadra: con sendas deudas económicas y donaire de viejos anhelos de gloria que alguna vez alcanzó a probar, estos dos nuevos dueños han dado en el clavo de la publicidad de la pelota: aprovechando su fama y seguidores en redes sociales, harán más dinero y serán los futuros héroes de esa pelÃcula.
No les haré spoilers puesto que el objetivo es que la vean, pero deseo significar que es fútbol en «estado puro», frase clichesuda y jartÃsima, que ahora me sirve para ilustrar lo siguiente: ese deporte, en esa ubicación del mundo, es algo más grande que 22 pendejos pateando balones y jugando en canchas de porquerÃa. Cuando los actores hicieron esa compra, el objetivo fue claro: poner al Wrexham en el mapa mundial y hacer de The Racecourse Ground, su estadio, que antes era de otro dueño, más no del club, una verdadera caldera de victorias para lograr el anhelado ascenso a la cuarta división. Adicional a eso, en esos capÃtulos hay otra historia más profunda: una ciudad de 65.000 habitantes que está unida mediante el cordón umbilical de una camiseta y unos colores, donde la comunidad juega un papel preponderante en la construcción de identidad social y, he aquà la diferencia en el por qué no somos un paÃs futbolero, en la toma de decisiones sobre el equipo amado. Podrán comprar el club, más nunca el alma del mismo.
Les cuento todo esto por lo siguiente.
Encantados o no con lo que hemos visto, leÃdo y hablado sobre Millonarios desde el año pasado hasta ahora, parece que el plan ejecutado por la directiva de Azul y Blanco toma el rumbo del anhelado equilibrio, como el que buscan los dos nuevos dueños del equipo galés. Hay jugadores en venta, del fútbol base o del equipo titular; la empresa deportiva se ha vuelto atractiva para las selecciones nacionales y ahora es moneda común que al menos cuatro jugadores sean llamados para vestir los colores nacionales en sus categorÃas; la cantidad de abonados vuelve a ser relevante para el tema de asistencia; y los hinchas, chochos de emoción por la victoria ante el vigente campeón de la Liga, no ahorran palabras y adjetivos tanto para analizar el juego del equipo, como para sentir eso que vi en «Welcome to Wrexham», que no es más que la plena identificación con un equipo que ya sabe cómo quiere salir campeón de Liga en 2023.
Llega la Copa Libertadores y con ella, Universidad Católica de Ecuador: esos dos partidos valen mucha plata. Y perder en esas sendas oportunidades producirÃa el mismo efecto negativo en Azul y Blanco, que Reynolds y McElhenney desean esquivar con su nuevo trabajo: tener un equipo que sea sostenible un año más. Aún con tantos kilómetros de distancia, si en algo nos identificamos todos los hinchas, galeses y bogotanos, y de cualquier nacionalidad, es que siempre queremos ganar y festejar copas: otros apenas aspiran a cuadrar el balance de pérdidas y ganancias.
Ya estamos asistiendo al rodaje de nuestra propia pelÃcula de 26 entregas en 2023: una de ellas tiene una escena titulada «Estadio Manuel Murillo Toro». Pareció como si nos dijeran, en ese comunicado tolimense, «vengan a jugar, no somos tan buenos como muchos creen».
Leandro J. Melo C.
Twitter: @lejameco