Unión Magdalena Millonarios 2019

El día después: todo duró seis minutos

Todo tiene sabor de fastidio con una derrota. Señalan que el Sierra Nevada no tiene aire acondicionado en los palcos, pasando por mencionar el estado del terreno de juego y la asquerosa incidencia de las apuestas deportivas (pagaba lo mismo una victoria del Unión Magdalena o de Millonarios), terminando en la poca fuerza disponible para contener algunos escandalosos locales que no soportan ver visitantes en pantaloneta y chanclas azules.

Esa molestia evidente, magnificada por el marcador final, carcomerá hasta el próximo partido, nada menos que el clásico capitalino. Pero de eso se hablará más adelante.

No estamos exentos de tener nuestro primer trabajo. Calificados o no, llegamos a un sitio de trabajo mereciendo estar ahí, superando pruebas psicotécnicas y largas entrevistas. Para el caso del arbitraje, basta con conocer las reglas de juego, revisar jugadas en DVD o VHS (lo que a bien tengan los instructores de la Comisión Arbitral, adscrita a la Federación) y presentar las pruebas físicas de rigor. Con la experiencia de 50 partidos en Segunda división, Ramiro Pabón encaró su primer partido en Liga. Se equivocó profusamente y eso fue lo que quedó en la retina del aficionado: primiparada admitida, culpa manifiesta.

Pero esos errores de terceros no eximen a Millonarios en la desgracia por tener seis minutos de mierda, mandando al traste el gran trabajo hecho en el primer tiempo. Tuvimos que cabalgar cuesta arriba en el segundo tiempo por la calentura nada ambiental: Carrillo, quien regresó a la titularidad (con ocho jugadores más), protestó un penal que solo el VAR podría anular. Luego, con una sutil patadita en el medio campo dijo chao y marchó a las duchas. El cobro en el primer gol del local demandaba revolear la pelota en el rebote, ese que tanto ha costado corregir. Había que mandar esa balón, con un solo patadón, hasta territorio arhuaco. Debían ser menos perfectos y más humanos, más vivos y menos clínicos.

El golazo de Chicho Arango es una memoria y ya está. ¿Qué otra cosa analizar cuando el marcador nos deja con los pelos de punta? Antes de este partido, estuvo Nacional. Y no hay que mentirse a sí mismo, ¿acaso no hubiera firmado el empate en Medellín, antes de iniciar ese encuentro? Por eso, perder contra Unión Magdalena duele más desde esa batalla en el Atanasio: parecían cuatro puntos fijos cuando apenas fue cosechado uno de seis. Además, se perdió un invicto como visitantes: una mochila menos que cargar, eso sí.

En la mira, apenas con tres días de diferencia, se avizora el clásico capitalino. Santa Fe viene de ganar su partido como local. Se autoconvocan, hacen misas, se pegan de lo físico y metafísico para salir del profundo hueco donde viven tiempo atrás. En el cambuche del fondo de la tabla se asumen con dolor y rabia, festejando los pocos goles con esa misma sensación. Pero ojo: las ganas pueden más que el talento y clásico es clásico. Hay que afrontarlo como el partido del semestre y lo será para ambos equipos.

Así se molesten tengo que decirlo: el partido clásico que nos dio la preciosa estrella 15, de aquel 17 de diciembre, quedó ¡2-2 con ellos siendo locales!, terminó empatado. Y desde ahí, hasta el sol de hoy, no hemos podido con los clásicos por Liga: eso mortifica. Es menester, casi que obligación ganarlo: necesitamos noventa minutos de inspiración para la victoria.

Próxima parada: Independiente Santa Fe. ¿Qué hay más lindo que jugar un clásico? La vida sería muy aburrida sin ellos.

Leandro J. Melo C.
Twitter: @lejameco