El día después: querer no es poder
Hemos dicho hasta el hartazgo cuánto tiempo nos demoramos en ver el regreso de Millonarios. Se han contado esos días de calendario y con sus respectivas noches, ya paramos de soñar cómo sería el próximo partido disputado. Por supuesto que ambos equipos quieren ganar y solo quedó un empate, justo, porque el frío número de la estadística dice que tuvimos 50% de posesión, 50% para Deportivo Cali y 100% de incertidumbre por la tormenta eléctrica en Rozo.
La frase del casete del futbolista, “imponer condiciones”, esta vez no fue real. Ningún equipo hizo tanto daño y nos traiciona el hinchismo desmedido cuando creemos que merecimos más. Ese espejismo de hacer un poquito adicional está propiciado porque David González atajó dos pelotas de gol. Lo mismo podría decir el equipo rival, que se paró muy bien en los primeros 10 minutos, ahogando dentro de los cañadulzales a los bogotanos rosados. Presión, constancia, buen trato de balón. Eso hasta otro tiempo, hasta que la pierna izquierda de Macalister se renegó para seguir jugando, para no dar una patada más. Primer soldado caído, primera alerta de ambulancia, del hospital con resonancia, gel y tratamiento incluido.
Con más ganas que orden, Deportivo Cali atacó. La zona predilecta fue la que cargan en la espalda Bertel, Duque y Godoy, con una culebrita laboriosa llamada John Vásquez. El paraguayo que defiende nuestros colores también fue protagonista en dos jugadas casi simultáneas: de una opción clara desperdiciada, demoró en disparar el gatillo en su pierna zurda para el 0-1 y tres minutos después, saliendo en nuestra área, regaló un ladrillazo hacia atrás para que Bertel amagara hacia el centro, balón pisado mediante. Justito, el balón pegó en el horizontal, Vargas estirado sin poder hacer mucho más y gol verdiblanco.
Relajados por la lluvia, por otro nuevo parón, como si seis meses no fueran suficientes, la frase de grabadora, del imponerse ante el rival, llevó a Millonarios hasta el límite. Presionar, salir adelante, no dejar tantos espacios. Los delanteros, negados frente al arco, tuvieron salvación con Juan Pereira: el sólido zapatazo desde la mitad del campo, golazo mediante, nos recordó que hay pegada. Y nos trajo los bellos recuerdos de César Carrillo, hoy lesionado, disparando casi de igual forma en el Arena Corinthians, hace tres años. Intentamos, sacamos la libreta de apuntes y Gamero no guardó nada: puso dinamita mojada (Elíser) y TNT juvenil (Jorge Rengifo) para terminar obteniendo un punto de los 39 en la mira del técnico.
Quisimos. No pudimos. De ganas no siempre ganas, dice nuestro amigo Nicolás Samper. Fuimos un equipo con perrenque, actitud de victoria y variantes ofensivas. El talante sobró en Ricardo Márquez, revolucionado como un bólido de Fórmula Uno, para que fuera bien expulsado por doble amarilla, por allá cerca del final del partido. Es la hora para dejar de soñar: volvió el fútbol, ganamos un punto y volvemos a construir una idea de juego. Justamente eso será lo más difícil para Millonarios: encontrar la identidad de una escuadra que, hasta hace 189 días, no sabíamos a qué jugaba.
Próxima parada: Estadio El Campín contra Once Caldas de Manizales.
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