El día después: masticar la rabia
No solo fue la risa socarrona ante David González. Si fuera eso, aun con tanta magia que dicen que tiene, seguro que habría sorteado el engaño como un maestro. Sacaría de la galera algún truco que hubiera permitido que ese cobro, tan doloso, tan babita, tan estúpido, hubiera sido cruzado o cobrado con alma, vida y sombrero. Santiago Montoya tuvo en sus pies la oportunidad de mostrar que tiene cualidades para mostrar valor. No hubo magia: apenas eso, una risita.
Hicimos lo imposible e impensado ante Deportivo Cali. Ellos, con descanso y rotando nómina, fueron inferiores no solo por los goles, sino por arresto físico. Los superamos en varios momentos puntuales. Seguro que Ayron y Macalister lamentan no rematar de buena forma en los 90 minutos. Llevamos contra las cuerdas un equipo que juega bien y está dirigido de mejor forma: Alfredo Arias tiene conexión con su hinchada. Llegando al estadio, bajó el vidrio de la Dodge Journey color blanco y como comandante convencido, arengó los soldados que no pudieron entrar. El rival jugó feo, anormal y aunque tuvo el balón y remató nueve veces al arco de Juan Moreno, apenas entró una vez. Por la misma vía, claro está: centro, cabezazo, gol. Tres veces le pasó a Millonarios en esta serie.
En la definición por penales, la gloria era de Juan Moreno. En ese cobro atajado al capitán Angulo, que disparó a otra parte menos a una zona acorde con su apellido y con tilde, era la consagración de una noche redonda para el arquero del fútbol base. Sólido, efectivo, respetuoso, sin hablar con los cobradores, Moreno nos llevó por unos pocos instantes al cielo y nos invitó al 1% de esperanza, guiados por la definición de Elíser, ¡Elíser, hermanos! Jugada aislada y nacida en los pies de Salazar, discretísimo pero certero.
Nosotros diremos que ganamos en los noventa más adiciones: la historia dirá que otra vez, como hace nueve desempates, no pasamos de fase. Y que en copas internacionales, 2017 y 2018, seguimos al debe.
En toda la rueda de prensa, Gamero destacó su juego. Y estamos de acuerdo que fuimos mejores. Pero en un fútbol híper-entrenado, donde cada detalle cuenta, es inadmisible afirmar que “los penales son una lotería”. Eso no es cierto. Así como los saques de banda, tiros de esquina y jugadas preparadas, los cobros desde los doce pasos necesitan entrenamiento. Los grandes equipos cuidan todos los detalles: cada minucia es una oportunidad para salir campeón. Entiendo que el técnico quería ganar sin que le anotaran gol. Loable desde cualquier óptica. Pero hay que entrenar esos lanzamientos. Así sea por joder, por recocha, como la que armó Montoya con González.
Eliminados otra vez. Masticamos la derrota internacional un período más. No hemos podido calmar la rabia incontenible, esa que brota por los poros. En un tiempo, cuando recordemos la noche de anoche, volveremos a este mismo sentimiento de impotencia. Y que Montoya cobró con risita. Risitas Montoya. Del cobro de Macalister hablaremos otro día.
Próxima parada: el periplo en el Valle del Cauca se completará con América de Cali. Y con centrales inéditos.
Leandro J. Melo C.
Twitter: @lejameco