Nacional Millonarios 2019

El día después: lo que pudo ser y no fue

Si fuimos o no, solo lo determinará el tiempo.

Sacaron dos de las tantas copas que ostentan, armaron el mosaico, todo les quedó muy bonito y colorido. Pero en la cancha, donde juegan los muñecos, los arlequines del circo, la historia siempre será diferente.

Les perdonamos la vida en cinco ocasiones y solo pudo entrar una. Si fuéramos Jorge Luis Pinto, tosco y con otra tarjeta amarilla, seguro que irían a Monserrate con bultos de arena como castigo. Como eso está mandado recoger, trabajarán en la semana definición de cara al arco (casualidad: la semana inmediatamente anterior, lo hicieron). Pudimos vulnerar una y muchas veces más ese arco rival hasta que la envidia de los hermanos delanteros fue un libro escrito: reproches, malas caras, molestia, desazón. También fue la desgracia bendita: desperdicio tras desperdicio, los indultamos.

José Guillermo Ortiz se cansó de pedirla y en la última del partido, sacó figura a José Cuadrado. El tico también regaló un codazo sin intención al defensa de Nacional y la sangre brotó escandalosa. Jugó tranquilo, como si estuviera en el patio de su casa y no pudo hacer más daño. Hansel se echó el equipo al hombro cuando falló la pierna interior de Macalister: los pucheros del bogotano contrastaban con su dolor por correr y recibir la última patada antes de salir del terreno. Pérez, caliente con su salida, cobró el gol que merecíamos, definiendo con frialdad de cazador. Y el palo le negó otra.

A todos nos dolió el tirón de Silva, así como nos costó asentarnos en el partido en los primeros quince minutos del primer tiempo y en los últimos quince de la segunda mitad. No es un secreto que Nacional tiene explosivos en la delantera pero con una defensa inédita para ellos, Millonarios rompió los tres del fondo con rapidez y elegancia. Cinco jugadores de ellos en la mitad de la cancha enredaron a Jaramillo y Duque, expulsado correctamente por doble amarilla. La noche venía encima.

El intrascendente Salazar merece reprimenda: ¡pongan huevos, que cuando hay actitud de ganar, nosotros los hinchas perdonamos la falta de talento! Y Duque, amargado por su expulsión, debe saber entrar a una pelota dividida con la sutil limpieza deportiva que alguna vez vimos. Puntos altos (Martínez, Román) o bajos (Banguero, Moreno), el equipo no ingresó en la depresión. Si podía ser una catástrofe para el local, Millonarios también fue asustado por la expulsión: el recuerdo del clásico antioqueño se vino inmediatamente a la cabeza.

El empate se masticará con rabia hasta el próximo enfrentamiento. Empatar es amargarse un poco por lo que pudo ser y no fue, casi como la vida misma.

Como anécdota final, volvió Luis Payares. El futuro del muchacho estaba en veremos porque no sabían, ni siquiera los médicos, si podría volver al fútbol de alta competencia. Bienvenido, Luis: tienes nuestro aplauso.

Próxima parada: Unión Magdalena, el miércoles, con cara de descenso.

Leandro J. Melo C.
Twitter: @lejameco